sábado, 30 de abril de 2011

“Que el aliento de tu Espíritu nos alegre y nos eleve”

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-31):



Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espiritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.


Palabra del Señor


Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
San Juan (20,19-31)

NUEVO INICIO


Aterrados por la ejecución de Jesús, los discípulos se refugian en una casa conocida. De nuevo están reunidos, pero ya no está Jesús con ellos. En la comunidad hay un vacío que nadie puede llenar. Les falta Jesús. No pueden escuchar sus palabras llenas de fuego. No pueden verlo bendiciendo con ternura a los desgraciados. ¿A quién seguirán ahora?

Está anocheciendo en Jerusalén y también en su corazón. Nadie los puede consolar de su tristeza. Poco a poco, el miedo se va apoderando de todos, pero no le tienen a Jesús para que fortalezca su ánimo. Lo único que les da cierta seguridad es «cerrar las puertas». Ya nadie piensa en salir por los caminos a anunciar el reino de Dios y curar la vida. Sin Jesús, ¿cómo van a contagiar su Buena Noticia?

El evangelista Juan describe de manera insuperable la transformación que se produce en los discípulos cuando Jesús, lleno de vida, se hace presente en medio de ellos. El Resucitado está de nuevo en el centro de su comunidad de seguidores. Así ha de ser para siempre. Con él todo es posible: liberarse del miedo, abrir las puertas y poner en marcha la evangelización.

Según el relato, lo primero que infunde Jesús a su comunidad es su paz. Ningún reproche por haberlo abandonado, ninguna queja ni reprobación. Sólo paz y alegría. Los discípulos sienten su aliento creador. Todo comienza de nuevo. Impulsados por su Espíritu, seguirán colaborando a lo largo de los siglos en el mismo proyecto salvador que el Padre encomendó a Jesús.

Lo que necesita hoy la Iglesia no es sólo reformas religiosas y llamadas a la comunión. Necesitamos experimentar en nuestras comunidades un “nuevo inicio” a partir de la presencia viva de Jesús en medio de nosotros. Sólo él ha de ocupar el centro de la Iglesia. Sólo él puede impulsar la comunión. Sólo él puede renovar nuestros corazones.

No bastan nuestros esfuerzos y trabajos. Es Jesús quien puede desencadenar el cambio de horizonte, la liberación del miedo y los recelos, el clima nuevo de paz y serenidad que tanto necesitamos para abrir las puertas y ser capaces de compartir el Evangelio con los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Pero hemos de aprender a acoger con fe su presencia en medio de nosotros. Cuando Jesús vuelve a presentarse a los ocho días, el narrador nos dice que todavía las puertas siguen cerradas. No es sólo Tomás quien ha de aprender a creer con confianza en el Resucitado. También los demás discípulos han de ir superando poco a poco las dudas y miedos que todavía les hacen vivir con las puertas cerradas a la evangelización.



Id al mundo entero y predicad el evangelio a toda la creación.

Salmo del envío



Nos envías, Señor, por el mundo
a gritarle a todos
tu amor inmenso.


Nos envías siendo pobres
para ser testigos
en medio de la noche.

Nos envías siempre
a sembrar de esperanza
los rincones de la tierra.
Nos envías a ser evangelio,
testigos de tu muerte
y resurrección cierta.


Nos envías a nosotros
indefensos, sin dinero,
tan sólo con tu fuerza
Nos envías, Señor, por el mundo
a gritar en la vida
tu amor a todos.


Nos envías a ser buena nueva,
y gozarnos de tu presencia
en el desierto y en la estepa.


Nos envías, amigo del hombre,
entrañable y compañero,
a vivir de tu amor
y esperar tu cosecha. Amén.

viernes, 29 de abril de 2011

Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.

Salmo ante el fuego

Señor, ha llegado la noche
y nuestra barca navega.
Si tú no vienes, Señor,
no habrá amanecer en la tierra.
Venciste la muerte,
y la vida te devolvió a nuestra tierra;
te hiciste compañero
con hambre, con sed
y en pobreza.


Venid a la orilla,
venid que él está cerca,
nos regala su pan con el fuego,
con su corazón
en brasas nos espera.


Señor, nos diste a comer
de tu cuerpo,
nos llamas a ser testigos
en el mundo,
en la tierra,
y a decirle a los hombres
que tu amor
nos espera. Amén.

jueves, 28 de abril de 2011

Jesús les dijo: “Mirad mis manos y mis pies; soy yo en persona”.

Salmo de mirar

Mirad mis manos
inmensas y abiertas,
ahora estoy vivo
para siempre.
Venid conmigo.
Yo soy la vida
maravillosa y cierta:
la vida jamás termina
si vives en mí,
pues yo soy la puerta.


Mirad mis pies
desnudos y abiertos.
Soy yo en persona.
Soy la vida,
el camino y la fiesta.


Venid, acercaos.
Vendrá la libertad
en mis manos abiertas,
la muerte en mí no manda,
la muerte está muerta.
Venid conmigo.
Yo soy la vida,
el camino, la verdad;
estoy siempre vivo
para alegrar tu fiesta. Amén.

miércoles, 27 de abril de 2011

Ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan

Salmo al partir el pan.

Caminábamos hacia Emaús

con la decepción más intensa,
con los ojos cansados
y los pies sin apenas fuerza.
Caminábamos sin rumbo
con una fe muerta,
con las manos gastadas
y el corazón en tristeza.
Y de pronto llegaste tú,
eras tú en fiesta.
Te acercaste a nosotros
y nos diste una respuesta.
Somos pobres y ciegos
y el camino se hace cuesta.
Queremos que nos ayude a vivir en ti.
Cuando caía la tarde
te dijimos que te quedases
y el día se hizo luz
una tarde de primavera.
Al partir el pan
descubrimos en tu gesto
que tú vives siempre
y sales a nuestro encuentro. Amén.

martes, 26 de abril de 2011

He visto al Señor y ha dicho esto.

Salmo de gozo


Alabemos todos los pueblos de la tierra
al Señor resucitado.
La fiesta de la vida,
el gozo de vivir.
Con él, las armas serán destruidas,
se acabarán las guerras.
Él es la paz,
la verdadera, la auténtica.
Alabemos al resucitado
vivo en todas nuestras muertes,
presente entre los hombres
por las calles de la ciudad,
en las aldeas más pobres.
Él está aquí
tejiendo primaveras
después del duro invierno.
Alabemos al Resucitado,
buscador incansable
de ovejas perdidas.
Amigo de todos,
que vive, y su vida
quiere que sea la nuestra
para que no acabe la fiesta. Amén.

lunes, 25 de abril de 2011

Jesús les dijo: “No tengáis miedo: id y comunicad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán”

Salmo del resucitado

Él llegó de repente,
el primer día de la semana.
Vino a los de su casa,
la muerte no tuvo la última palabra.
La última palabra
la tuvo
su amor resucitado.
Él vive siempre
en todas las encrucijadas,
despertará esperanza,
vive con su corazón que late
y que jamás
dejará de latir,
pues es la vida-ofrenda
para que otros tengan
vida en abundancia.


Él llegó de repente;
sus heridas chorreaban vida
y nos dijo:
“No temáis,
no podrán matar a la vida verdadera
pues yo soy la vida”. Amén.

¡Feliz Pascua!

jueves, 21 de abril de 2011

Los amó hasta el extremo. Os he lavado los pies, os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.

Salmo de una toalla

Señor, lavaste los pies
a tus apóstoles
en la noche
en que fuiste traicionado.
Te pusiste de rodillas,
como un esclavo,
para decirles a través de tu corazón:
el gesto de la toalla
es mi amor entregado,
es mi amor ofrecido
incansablemente a vosotros.


Señor, de rodillas
a los pies de toda humanidad,
como redentor de los hombres
diciendo; ”Esto es mi cuerpo”,
entregaste tu sangre por amor.

Señor, tu amor es inmenso,
tu vida, ofrenda.
Y te das del todo
en el gesto humilde
de una toalla
que limpia los pies. Amén.

Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciego la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.

Salmo con unción



Queremos, Señor,
ser ungidos por tu amor
para ser buena noticia
en las entrañas del mundo.


Ayuda a los enfermos
para que, al ser ungidos,
se unan a ti en su enfermedad
y descubran tu amor.

Ayuda a los que reciben
el sacramento de la confirmación,
para que sean
testigos
y apóstoles
en medio de los hombres.


Ayuda a los que van a ser ungidos
y, por la imposición de las manos,
recibirán el sacerdocio ministerial,
para que sean otro tú
amando con tu corazón
y sirviendo a los hombres,
especialmente a los más pobres. Amén.

miércoles, 20 de abril de 2011

El que ha mojado en la misma fuente que yo, ese me va a entregar.

Salmo de una traición

Cuántos dolores,
Señor, en tu corazón,
ante la traición
de tu amigo.
Te acercaste a él
para ayudarle,
para que pusiese
todo su corazón
no en el camino del dinero,
que conduce a la traición,
sino en el de la pobreza,
que conduce al amor.


Tu sufrimiento, Señor,
te llevó
a entregar tu amor,
a querer con locura
y siempre a todos.


Ahora, Señor,
cuando está
tan cerca el Calvario,
tu amor me conmueve.
Tú, como cordero,
sólo abriste la boca
para llamar amigo
al que te traicionaba. Amén.

martes, 19 de abril de 2011

Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.

Salmo en la noche

Ayúdanos, Cristo vivo,
a no separarnos de ti,
pues sabemos que lejos de ti
somos tragados por la noche.


¿Donde iríamos sin ti?
El camino es tenebroso
cuando tú no estás.
Todo lo recorrido
fuera de tu amor
no conduce a nada.


Enséñanos, Señor,
a vivir en tu misericordia,
pues sabemos,
que eres fiel, no nos dejes
caer en la tentación
que conduce a la noche
de vivir sin ti.
Sé que no andaré perdido
si me agarro a ti,
si te busco siempre.
La luz vence a la sombra. Amén.

lunes, 18 de abril de 2011

María ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera.

Salmo con perfume

Gracias, Señor,
por todo y por siempre,
porque verdaderamente
tú eres la historia
más apasionante.
En ti todo es claro,
como una mañana primaveral.

Un día
se acercaron a ti
lisiados y prostitutas,
hombres y mujeres,
pobres y ricos.
A todos los acogiste,
como a aquella mujer
que ungió tus pies.
Ningún detalle de amor
escapa a tu mirada.

Eres tan increíble
que jamás te podré comparar.
Tú no te olvidas
de nada de lo que hacemos por ti,
aunque sea un gesto sencillo
o de pobreza,
todo te conmueve el corazón,
como aquel día en Betania. Amén.

sábado, 16 de abril de 2011

“Tu cruz nos abre la puerta de la VIDA ”

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo (26,14–27,66):



C. En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:

S. «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»

C. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

C. El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:

S. -«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»

C. Él contestó:

+ «Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: “El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos.”»

C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.

C. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:

+ «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»

C. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:

S. «¿Soy yo acaso, Señor?»

C. Él respondió:

+ «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»

C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:

S. «¿Soy yo acaso, Maestro?»

C. Él respondió:

+ «Tú lo has dicho.»

C. Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:

+ «Tomad, comed: esto es mi cuerpo.»

C.. Y, cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias y se la dio diciendo:

+ «Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre.»

C. Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos.

C. Entonces Jesús les dijo:

+ «Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito: “Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño.” Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.»

C. Pedro replicó:

S. «Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré.»

C. Jesús le dijo:

+ «Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.»

C . Pedro le replicó:

S. «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. »

C. Y lo mismo decían los demás discípulos.

C. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo:

+ «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.»

C. Y, llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse. Entonces dijo:

+ «Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo.»

C. Y, adelantándose un poco, cayó rostro en tierra y oraba diciendo:

+ «Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mí ese cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.»

C. Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:

+ «¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil.»

C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:

+ «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.»

C. Y, viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque tenían los ojos cargados. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba, repitiendo las mismas palabras. Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:

+ «Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.»

C. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:

S. «Al que yo bese, ése es; detenedlo.»

C. Después se acercó a Jesús y le dijo:

S. «¡Salve, Maestro!»

C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:

+ «Amigo, ¿a qué vienes?»

C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús le dijo:

+ «Envaina la espada; quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría en seguida más de doce legiones de ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura, que dice que esto tiene que pasar.»

C. Entonces dijo Jesús a la gente:

+ «¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis.»

C. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo seguía de lejos, hasta el palacio del sumo sacerdote, y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos, que dijeron:

S. «Éste ha dicho: “Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días.”»

C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:

S. «¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?»

C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:

S. «Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.»

C. Jesús le respondió:

+ «Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: Desde ahora veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes del cielo.»

C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:

S. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?»

C. Y ellos contestaron:

S. «Es reo de muerte.»

C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon, diciendo:

S. «Haz de profeta, Mesías; ¿quién te ha pegado?»

C. Pedro estaba sentado fuera en el patio, y se le acercó una criada y le dijo:

S. «También tú andabas con Jesús el Galileo.»

C. Él lo negó delante de todos, diciendo:

S. «No sé qué quieres decir.»

C. Y, al salir al portal, lo vio otra y dijo a los que estaban allí:

S. «Éste andaba con Jesús el Nazareno.»

C. Otra vez negó él con juramento:

S. «No conozco a ese hombre.»

C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:

S. «Seguro; tú también eres de ellos, te delata tu acento.»

C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar, diciendo:

S. «No conozco a ese hombre.»

C. Y en seguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús: «Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró amargamente. Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y, atándolo, lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador. Entonces Judas, el traidor, al ver que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos, diciendo:

S. «He pecado, he entregado a la muerte a un inocente.»

C. Pero ellos dijeron:

S. «¿A nosotros qué? ¡Allá tú!»

C. Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sumos sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:

S. «No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de sangre.»

C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de Sangre». Así se cumplió lo escrito por Jeremías, el profeta: «Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor.» Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:

S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»

C. Jesús respondió:

+ «Tú lo dices.»

C. Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:

S. «¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?»

C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Había entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, les dijo Pilato:

S. «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?»

C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:

S. «No te metas con ese justo, porque esta noche he sufrido mucho soñando con él.»

C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:

S. «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?»

C. Ellos dijeron:

S. «A Barrabás.»

C. Pilato les preguntó:

S. «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?»

C. Contestaron todos:

S. «Que lo crucifiquen.»

C. Pilato insistió:

S. «Pues, ¿qué mal ha hecho?»

C. Pero ellos gritaban más fuerte:

S. «¡Que lo crucifiquen!»

C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia de la multitud, diciendo:

S. «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!»

C. Y el pueblo entero contestó:

S. «¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»

C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía; lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él, diciendo:

S. «¡Salve, rey de los judíos!»

C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir: «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa, echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de su cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Éste es Jesús, el rey de los judíos.» Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban lo injuriaban y decían, meneando la cabeza:

S. «Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.»

C. Los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también, diciendo:

S. «A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel? Que baje ahora de la cruz, y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?»

C. Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban. Desde el mediodía hasta la media tarde, vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó:

+ «Elí, Elí, lamá sabaktaní.»

C. (Es decir:

+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)

C. Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:

S. «A Elías llama éste.»

C. Uno de ellos fue corriendo; en seguida, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio a beber. Los demás decían:

S. «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.»

C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.

Todos se arrodillan, y se hace una pausa

C. Entonces, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron. Las tumbas se abrieron, y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó, salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, el ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:

S. «Realmente éste era Hijo de Dios.»

C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderlo; entre ellas, María Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos. Al anochecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí, sentadas enfrente del sepulcro. A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:

S. «Señor, nos hemos acordado que aquel impostor, estando en vida, anunció: “A los tres días resucitaré.” Por eso, da orden de que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, roben el cuerpo y digan al pueblo: “Ha resucitado de entre los muertos.” La última impostura sería peor que la primera.»

C. Pilato contestó:

S. «Ahí tenéis la guardia. Id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis.»

C. Ellos fueron, sellaron la piedra y con la guardia aseguraron la vigilancia del sepulcro.



Palabra del Señor

 
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
San Mateo (26,14–27,66)

ESCÁNDALO Y LOCURA

Los primeros cristianos lo sabían. Su fe en un Dios crucificado sólo podía ser considerada como un escándalo y una locura. ¿A quién se le había ocurrido decir algo tan absurdo y horrendo de Dios? Nunca religión alguna se ha atrevido a confesar algo semejante.
Ciertamente, lo primero que todos descubrimos en el crucificado del Gólgota, torturado injustamente hasta la muerte por las autoridades religiosas y el poder político, es la fuerza destructora del mal, la crueldad del odio y el fanatismo de la mentira. Pero ahí precisamente, en esa víctima inocente, los seguidores de Jesús vemos a Dios identificado con todas las víctimas de todos los tiempos.
Despojado de todo poder dominador, de toda belleza estética, de todo éxito político y toda aureola religiosa, Dios se nos revela, en lo más puro e insondable de su misterio, como amor y sólo amor. No existe ni existirá nunca un Dios frío, apático e indiferente. Sólo un Dios que padece con nosotros, sufre nuestros sufrimientos y muere nuestra muerte.
Este Dios crucificado no es un Dios poderoso y controlador, que trata de someter a sus hijos e hijas buscando siempre su gloria y honor. Es un Dios humilde y paciente, que respeta hasta el final la libertad del ser humano, aunque nosotros abusemos una y otra vez de su amor. Prefiere ser víctima de sus criaturas antes que verdugo.
Este Dios crucificado no es el Dios justiciero, resentido y vengativo que todavía sigue turbando la conciencia de no pocos creyentes. Desde la cruz, Dios no responde al mal con el mal. “En Cristo está Dios, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino reconciliando al mundo consigo” (2 Corintios 5,19). Mientras nosotros hablamos de méritos, culpas o derechos adquiridos, Dios nos está acogiendo a todos con su amor insondable y su perdón.
Este Dios crucificado se revela hoy en todas las víctimas inocentes. Está en la cruz del Calvario y está en todas las cruces donde sufren y mueren los más inocentes: los niños hambrientos y las mujeres maltratadas, los torturados por los verdugos del poder, los explotados por nuestro bienestar, los olvidados por nuestra religión.
Los cristianos seguimos celebrando al Dios crucificado, para no olvidar nunca el “amor loco” de Dios a la humanidad y para mantener vivo el recuerdo de todos los crucificados. Es un escándalo y una locura. Sin embargo, para quienes seguimos a Jesús y creemos en el misterio redentor que se encierra en su muerte, es la fuerza que sostiene nuestra esperanza y nuestra lucha por un mundo más humano.

Os conviene que uno muera por el pueblo, y que no parezca la nación entera

Salmo al Dios vivo
Tú, Señor, nos llamas,
nos convocas
para encontrarnos contigo
a lo largo de la vida.
Tú nos acechas
para hacernos felices.

Eres un Dios desconcertante,
a nada se te puede comparar,
tú vas a la cruz
sabiendo que es el amor
el que te mueve,
con esas ansias redentoras
que bullen en tu corazón.

Señor, alegría desde mi juventud,
acércate a mí,
aunque sea de puntillas,
y al oído
susúrrame con voz silenciosa
que nos quieres de verdad.
Ayúdanos a perseverar
con la cruz de cada día
para entregarnos siempre. Amén.

viernes, 15 de abril de 2011

Os conviene que uno muera por el pueblo, y que no parezca la nación entera

Salmo al Dios vivo
Tú, Señor, nos llamas,
nos convocas
para encontrarnos contigo
a lo largo de la vida.
Tú nos acechas
para hacernos felices.
Eres un Dios desconcertante,
a nada se te puede comparar,
tú vas a la cruz
sabiendo que es el amor
el que te mueve,
con esas ansias redentoras
que bullen en tu corazón.

Señor, alegría desde mi juventud,
acércate a mí,
aunque sea de puntillas,
y al oído
susúrrame con voz silenciosa
que nos quieres de verdad.
Ayúdanos a perseverar
con la cruz de cada día
para entregarnos siempre. Amén.

Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi

Salmo cuando se va cansado


Señor Jesús, te alabamos
cansados del camino,
sin fuerzas, sin casi nada,
despistados en estos momentos.
Haznos dóciles,
acogedores de tus planes,
abiertos a lo imprevisible,
cercanos a tu corazón.


El cansancio que nos aprieta
sabemos, Señor,
que no es impedimento
para continuar
tras tus huellas,
para seguirte a ti
cuando estamos desbordados
en la vida plena,
el gozo desbordante.

Señor, ayúdanos en la fragilidad,
sal a nuestro encuentro
cuando el cansancio aprieta
para vivir en ti
sabiendo, Señor,
que eres tú nuestro descanso. Amén.

jueves, 14 de abril de 2011

Os aseguro: quien guarda mi Palabra no sabrá lo que es morir para siempre

Salmo de muerte y vida
Señor de la vida, tú no quieres
la muerte del pecador,
sino que cambie de conducta
y viva.

Danos la vida
para ser grano de trigo
que muere en el surco
para convertirse

en miles de frutos.
Ayúdanos, buen Dios,
a morir al egoísmo,
a todo aquello
que nos impide
acercarnos a ti ...
y confiar siempre.
Sabemos, Jesús,
que seguirte a ti
es cargar con la cruz
y seguir hasta el final,
muriendo al pecado
para vivir en ti
y ayudar a nuestros hermanos
a vivir amando. Amén.

miércoles, 13 de abril de 2011

La verdad os hará libres.

Salmo en la libertad


Señor, ser libres,
libres como el viento
para volar
en la verdad
que nos hace libres
Alabemos al Señor
con cantos de liberación
porque está aquí,
con nosotros,
acompañándonos en el camino,
mostrándonos que es él
la verdad que nos libera,
el gozo de la existencia.
Alabad a Jesús,
humanidad entera,
hombres y mujeres,
los ancianos y los niños,
al Cristo siempre joven,
caminante de pies descalzos,
buscador en la noche
de ovejas perdidas,
de hijos pródigos,
para devolverles la libertad y,
encadenados por amor,
vivir en la libertad
de los hijos de Dios. Amén.

martes, 12 de abril de 2011

Cuando levantéis al Hijo del Hombre, sabréis que yo soy

Salmo de una mirada


Nosotros, Señor,
caminantes de la vida,
somos “mordidos”
por el egoísmo
que nos asfixia,
por el pecado
al caer la tarde.

Danos la capacidad
de mirarte fijamente,
levantado en lo alto,
crucificado por amor.
Al mirarte, Señor,
nuestras heridas
van cicatrizando;
el gozo de tu presencia
nos ayuda
a seguir hacia adelante.
Nosotros, Señor,
sabemos que existen heridas
que sólo tú puedes curar
con tu mirada de amor.
Sólo tú, Señor,
tocas con tus manos
la miseria de nuestra frialdad. Amén.

lunes, 11 de abril de 2011

La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras: tú

Salmo de una mujer


Señor, Dios nuestro,
soy una mujer
a la que la vida
trató rematadamente mal.
Los amores que conocí
se esfumaron
como el vino en la boda.
Ahora, sin nada, me quedas tú.
Tú sí me comprendes;
en ti todo es cercanía.
Sé de mi pecado,
sé de mis errores,
sé que tú me defiendes
para que no peque más,
para que ame desde ti.

Gracias, Señor,
por ser mujer,
porque mi sensibilidad
me hace acogedora;
mis manos
se abren a recibir,
y quiero darlo todo
desde mi pobreza. Amén.

domingo, 10 de abril de 2011

Yo soy la resurrección y la vida.

Salmo al Espíritu


Ven, Espíritu Santo,
cercano a los pobres,
maravilla de consejero,
amigo entrañable.
Ven ahora
aquí sobre nosotros,
peregrinos de lo Absoluto,
cansados y agobiados,
buscadores de paz.
Ven, alegría entregada
a todos los corazones;
da al sediento
el agua de la vida,
al hambriento el pan de vida.
Ven, ternura,
casa de los sin techo,
danos el gozo,
la esperanza de la fe,
la ardiente caridad.
Ven, Espíritu, llévanos
al desierto donde
aprender a orar;
a la cruz,
donde aprender a amar. Amén.

sábado, 9 de abril de 2011

“Tu vida nos rescata de la muerte”


Lectura del santo evangelio según san Juan (11,3-7.17.20-27.33b-45):


En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro mandaron recado a Jesús, diciendo: «Señor, tu amigo está enfermo.»

Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»

Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.

Sólo entonces dice a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea.»

Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa.

Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.»

Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»

Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.»

Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?»

Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.»

Jesús sollozó y, muy conmovido, preguntó: «¿Dónde lo habéis enterrado?»

Le contestaron: «Señor, ven a verlo.» Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!»

Pero algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?»

Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa.

Dice Jesús: «Quitad la losa.»

Marta, la hermana del muerto, le dice: «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.»

Jesús le dice: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?»

Entonces quitaron la losa.

Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.»

Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, ven afuera.»

El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario.

Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo andar.»

Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.


Palabra del Señor.


Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

San Juan (11,3-7.17.20-27.33b-45)



NUESTRA ESPERANZA



El relato de la resurrección de Lázaro es sorprendente. Por una parte, nunca se nos presenta a Jesús tan humano, frágil y entrañable como en este momento en que se le muere uno de sus mejores amigos. Por otra parte, nunca se nos invita tan directamente a creer en su poder salvador: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque muera, vivirá… ¿Crees esto?»

Jesús no oculta su cariño hacia estos tres hermanos de Betania que, seguramente, lo acogen en su casa siempre que viene a Jerusalén. Un día Lázaro cae enfermo y sus hermanas mandan un recado a Jesús: nuestro hermano «a quien tanto quieres» está enfermo. Cuando llega Jesús a la aldea, Lázaro lleva cuatro días enterrado. Ya nadie le podrá devolver la vida.

La familia está rota. Cuando se presenta Jesús, María rompe a llorar. Nadie la puede consolar. Al ver los sollozos de su amiga, Jesús no puede contenerse y también él se echa a llorar. Se le rompe el alma al sentir la impotencia de todos ante la muerte. ¿Quién nos podrá consolar?

Hay en nosotros un deseo insaciable de vida. Nos pasamos los días y los años luchando por vivir. Nos agarramos a la ciencia y, sobre todo, a la medicina para prolongar esta vida biológica, pero siempre llega una última enfermedad de la que nadie nos puede curar.

Tampoco nos serviría vivir esta vida para siempre. Sería horrible un mundo envejecido, lleno de viejos y viejas, cada vez con menos espacio para los jóvenes, un mundo en el que no se renovara la vida. Lo que anhelamos es una vida diferente, sin dolor ni vejez, sin hambres ni guerras, una vida plenamente dichosa para todos.

Hoy vivimos en una sociedad que ha sido descrita como “una sociedad de incertidumbre” (Z. Bauman). Nunca había tenido el ser humano tanto poder para avanzar hacia una vida más feliz. Y, sin embargo, nunca tal vez se ha sentido tan impotente ante un futuro incierto y amenazador. ¿En qué podemos esperar?

Como los humanos de todos los tiempos, también nosotros vivimos rodeados de tinieblas. ¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte? ¿Cómo hay que vivir? ¿Cómo hay que morir? Antes de resucitar a Lázaro, Jesús dice a Marta esas palabras que son para todos sus seguidores un reto decisivo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que crea en mí, aunque haya muerto vivirá… ¿Crees esto?»

A pesar de dudas y oscuridades, los cristianos creemos en Jesús, Señor de la vida y de la muerte. Sólo en él buscamos luz y fuerza para luchar por la vida y para enfrentarnos a la muerte. Sólo en él encontramos una esperanza de vida más allá de la vida.

Surgió entre la gente una discordia por su causa


Salmo al cordero

Alabad a Jesús,

el cordero manso y humilde,

llevado al matadero

sin abrir boca,

sin protestar.

Su amor fue fiel,

y llegó hasta darlo todo por amor.


No había en él

la hermosura

del mundo,

su presencia

parecía despreciable.

Él era el rostro de todos,

del que sufre,

de los que lloran.

Fue varón de dolores,

conocedor de padeceres.


Él cargó con nuestros pecados,

los llevó sobre sí,

se abrazó a la cruz sin brillo

para amar siempre

a todos sus hermanos

dados a luz

en el “pacto” de la cruz. Amén.

viernes, 8 de abril de 2011

¿Será que los jefes se han convencido de que este es el mesías?.


Salmo de una herida


Cuando el Señor

se acercó a nosotros

en el camino de la vida,

él se volcó en cada uno,

sus heridas nos curaron.


Vino como mesías

a decirnos que Dios nos ama,

que no está lejos.

Nos enseñó

el camino de la entrega,

la verdad del amor,

la vida verdadera.


Él nos mostró

que se debe continuar

amando hasta el extremo.

Nos habló de su muerte

para la vida del mundo,

nos dijo que el amor

vence todas las dificultades.


Cuando se acercaba su hora,

se entregó al Padre,

se dejó en manos de los hombres.

Su herida de amor

fue amar hasta el final. Amén.

jueves, 7 de abril de 2011

Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro que da testimonio de mí y sé que es válido el testimonio que da de mí.


Salmo del testigo


Queremos, Señor,

ser tus testigos,

luz en medio del mundo,

sal que sazone la tierra.

Ser tus testigos

para llevar a los hombres tu amor,

tu esperanza verdadera,

tu gozo de ser amor en medio de los hombres.

Haznos testimonios

de un amor

que nunca pasa de moda,

de una luz en un mundo a oscuras,

de una paz en una tierra en guerra.


Sabemos, Señor,

y por eso pedimos tu ayuda,

que ser testigo

es tener tus sentimientos,

es tomarse en serio tu evangelio,

es sembrar los caminos de tu amor.


Gracias, Señor,

por tantos testigos

como hemos conocido

y que nos hacen continuar en la tarea,

aun en medio de las dificultades,

sabiendo recoger la antorcha

y llevándola por las calles de nuestro mundo. Amén.

miércoles, 6 de abril de 2011

El Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que esta para vuestro asombro.


Salmo de un amor loco


Guíanos, Señor,

hacia la verdad plena de tu amor

ofrecido incansablemente

a todos nosotros.


Es verdad, lo reconocemos

y te alabamos,

porque aunque

una madre se olvidara

de sus hijos,

tú no te olvidarías nunca

de acogernos a nosotros.


Gracias, Padre,

por tu amor generoso,

porque nos asombramos

cuando, al contemplar

todo lo que has hecho,

la boca se nos llena

de agradecimiento a ti.


Tú nos lo has dado todo

para descubrirte vivo

y sentir en el alma

tu amor ofrecido

tu gozo entregado,

tu vida en nuestras vidas. Amén.

martes, 5 de abril de 2011

Canción Misionera

El que me ha curado es quien me ha dicho: toma tu camilla y echa a andar.


Salmo de sanación


Me has curado, Señor,

me has hecho revivir,

me has ayudado

a sanar mi corazón.


Muchas veces

cuando camino

me siento enfermo

y sin fuerzas.

Cuando me acerco a ti

sanas con tu amor

mis egoísmos de siempre,

mi cansancio de ayer.


Tú sánanos, Señor,

no nos abandones,

no nos dejes solos;

ayúdanos a vivir

entre tus manos.


Queremos que nos cures,

que podamos coger

la camilla y andar,

para ayudar a otros

a vivir en camino

hacia el amor verdadero,

hacia la paz del corazón. Amén.

lunes, 4 de abril de 2011

La actitud de los pájaros ante las adversidades


¿Te has puesto a observar la actitud de los pájaros ante las adversidades? Están días y días haciendo su nido recogiendo materiales a veces traídos desde largas distancias... Y cuando ya está terminado y están prontos para poner los huevos, las inclemencias del tiempo o la obra del ser humano o de algún animal lo destruye y tira por el suelo lo que con tanto esfuerzo se logró...

¿Qué hace el pájaro? ¿Se amilanase paraliza abandona la tarea? De ninguna manera. Vuelve a recomenzar una y otra vez hasta que en el nido aparecen los primeros huevos. A veces, muchas veces antes de que nazcan los pichones, algún animal, un niño, una tormenta, vuelve a destruir el nido pero esta vez con su precioso contenido... Duele recomenzar desde cero... Pero aun así el pájaro jamás enmudece ni retrocede, sigue cantando y construyendo, construyendo y cantando...

¿Has sentido que tu vida, tu trabajo, tu familia, tus amigos no son los que soñaste? ¿Has querido decir basta no vale la pena el esfuerzo esto es demasiado para mí? ¿Estás cansado de recomenzar, del desgaste de la lucha diaria, de la confianza traicionada, de las metas no alcanzadas cuando estabas a punto de lograrlo?

Por más que te golpee la vida no te entregues nunca, di una oración, pon tu esperanza al frente y arremete. No te preocupes si en la batalla sufres alguna herida, es de esperar que algo así suceda.

Junta los pedazos de tu esperanza, ármala de nuevo y vuelve a arremeter. No importa lo que pase... no desmayes, sigue adelante.

La vida es un desafío constante pero vale la pena aceptarlo. Y sobre todo... nunca dejes de cantar.

El hombre creyó en la Palabra de Jesús y se puso en camino.


Salmo de la palabra


Lámpara es tu palabra, Señor,

lámpara para mis pies desnudos,

para mis ojos cansados,

para mi corazón sediento.


Lámpara es tu Palabra

en la cual creo, pues tú,

Señor, nos pones en camino

hacia la verdadera vida.


Lámpara es tu Palabra

cuando voy entre los hombres,

cuando no puedo más,

cuando desfallezco.


Lámpara eres tú

como Palabra de vida,

capaz de enternecer el corazón

y ayudarnos en el camino.


Lámpara es tu Palabra, Señor;

tú vienes y te acercas

a mí de puntillas,

y me susurras al oído

palabras de vida y amor.


Lámpara es tu Palabra,

luz en mi sendero,

alegría en el camino. Amén.

domingo, 3 de abril de 2011

Fue, se lavó y volvió con vista.


Salmo de luz


Clamamos a ti

como ciegos, Señor,

en la vida nuestra.

Lávanos los ojos

para que recobremos la vista

y podamos ver la luz.


Queremos verte, Señor,

contemplar tu rostro

dolorido en los hermanos,

hambrientos en los pobres,

cansado en los desahuciados.


Danos tu luz

para caminar

por sendas de esperanza.

Danos tu luz

como un amanecer

después de la noche fría.


Danos tu luz, Señor,

para purificarnos del pecado

y hacer de nuestra vida

un encuentro de amor,

entregándonos a todos,

y ayudando a los ciegos

a ver la luz del amor. Amén.

sábado, 2 de abril de 2011

“Ayúdanos a verte”

Lectura del santo evangelio según San Juan (9,1.6-9.13-17.34-38):
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).»

Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?»

Unos decían: «El mismo.»

Otros decían: «No es él, pero se le parece.»

Él respondía: «Soy yo.» Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.

Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.»

Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.»

Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?» Y estaban divididos.

Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?»

Él contestó: «Que es un profeta.»

Le replicaron: «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?» Y lo expulsaron.

Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?»

Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»

Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.» Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.
Palabra del Señor Evangelio Comentado por: José Antonio Pagola San Juan (9,1.6-9.13-17.34-38)
CAMINOS HACIA LA FE


El relato es inolvidable. Se le llama tradicionalmente “La curación del ciego de nacimiento”, pero es mucho más, pues el evangelista nos describe el recorrido interior que va haciendo un hombre perdido en tinieblas hasta encontrarse con Jesús, «Luz del mundo».


No conocemos su nombre. Sólo sabemos que es un mendigo, ciego de nacimiento, que pide limosna en las afueras del templo. No conoce la luz. No la ha visto nunca. No puede caminar ni orientarse por sí mismo. Su vida transcurre en tinieblas. Nunca podrá conocer una vida digna.


Un día Jesús pasa por su vida. El ciego está tan necesitado que deja que le trabaje sus ojos. No sabe quién es, pero confía en su fuerza curadora. Siguiendo sus indicaciones, limpia su mirada en la piscina de Siloé y, por primera vez, comienza a ver. El encuentro con Jesús va a cambiar su vida.


Los vecinos lo ven transformado. Es el mismo pero les parece otro. El hombre les explica su experiencia: «un hombre que se llama Jesús» lo ha curado. No sabe más. Ignora quién es y dónde está, pero le ha abierto los ojos. Jesús hace bien incluso a aquellos que sólo lo reconocen como hombre.


Los fariseos, entendidos en religión, le piden toda clase de explicaciones sobre Jesús. El les habla de su experiencia: «sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo». Le preguntan qué piensa de Jesús y él les dice lo que siente: «que es un profeta». Lo que ha recibido de Él es tan bueno que ese hombre tiene que venir de Dios. Así vive mucha gente sencilla su fe en Jesús. No saben teología, pero sienten que ese hombre viene de Dios.


Poco a poco, el mendigo se va quedando solo. Sus padres no lo defienden. Los dirigentes religiosos lo echan de la sinagoga. Pero Jesús no abandona a quien lo ama y lo busca. «Cuando oyó que lo habían expulsado, fue a buscarlo». Jesús tiene sus caminos para encontrarse con quienes lo buscan. Nadie se lo puede impedir.


Cuando Jesús se encuentra con aquel hombre a quien nadie parece entender, sólo le hace una pregunta: «¿Crees en el Hijo del Hombre?» ¿Crees en el Hombre Nuevo, el Hombre plenamente humano precisamente por ser expresión y encarnación del misterio insondable de Dios? El mendigo está dispuesto a creer, pero se encuentra más ciego que nunca: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»


Jesús le dice: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es». Al ciego se le abren ahora los ojos del alma. Se postra ante Jesús y le dice: «Creo, Señor». Sólo escuchando a Jesús y dejándonos conducir interiormente por él, vamos caminando hacia una fe más plena y también más humilde.

Dos hombres subieron al templo a orar. El publicano bajó justificado, pero el fariseo no.


Salmo de un pecador



Delante de ti,

Señor de la vida,

bajo el peso de mis pecados

me acerco a ti,

porque sé que eres rico en misericordia.


Ya sé que no soy bueno,

que muchas veces

me alejo de ti

y falsifico el amor.

Sé, Señor, y me pesa

la multitud de veces

que recorro caminos fáciles

y no elijo la senda estrecha.


Por eso te grito en mi noche,

para sentir tu protección y ayuda

cuando mi vida está en peligro.

Te llamo como Padre,

te invoco como amigo,

pues realmente

soy un pobre pecador.


Confío en ti, Señor,

a pesar de mis fracasos,

Sé que tú estás cerca,

y no me abandonas jamás.

Aunque soy un pecador,

mi confianza en ti aumenta. Amén.

viernes, 1 de abril de 2011

Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser, y al prójimo como a ti mismo.


Salmo de amor al prójimo


Padre,

acudimos a ti bajo el peso de nuestros pecados.

Queremos amar a todos aquellos

que se cruzan en nuestro camino,

para vencer la tentación del egoísmo

y secundar tus inspiraciones

de un amor duradero.


Danos entrañas de misericordia

para amar al pobre y al indigente,

al que vive en la soledad,

al encarcelado sin esperanza,

al que no tiene casa ni hogar.

Padre,

que nos preocupen los problemas

de los hombres,

y no seamos indiferentes

ante tanta miseria humana,

amando de verdad

desde un corazón sediento de justicia

y unas manos que sirven.


Gracias, Señor,

por aquellas personas

que has puesto a nuestro lado,

y están cerca,

ayúdanos a descubrirles

nuestro amor sin interés. Amén.