sábado, 25 de septiembre de 2010

Lectura del santo evangelio según san Lucas (16,19-31):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritó: “Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas.” Pero Abrahán le contestó: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros.” El rico insistió: “Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento.” Abrahán le dice: “Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen.” El rico contestó: “No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán.” Abrahán le dijo: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.”»
Palabra del Señor
 
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
san Lucas (16,19-31)



NO IGNORAR AL QUE SUFRE
El contraste entre los dos protagonistas de la parábola es trágico. El rico se viste de púrpura y de lino. Toda su vida es lujo y ostentación. Sólo piensa en «banquetear espléndidamente cada día». Este rico no tiene nombre pues no tiene identidad. No es nadie. Su vida vacía de compasión es un fracaso. No se puede vivir sólo para banquetear.
Echado en el portal de su mansión yace un mendigo hambriento, cubierto de llagas. Nadie le ayuda. Sólo unos perros se le acercan a lamer sus heridas. No posee nada, pero tiene un nombre portador de esperanza. Se llama «Lázaro» o «Eliezer», que significa «Mi Dios es ayuda».
Su suerte cambia radicalmente en el momento de la muerte. El rico es enterrado, seguramente con toda solemnidad, pero es llevado al «Hades» o «reino de los muertos». También muere Lázaro. Nada se dice de rito funerario alguno, pero «los ángeles lo llevan al seno de Abrahán». Con imágenes populares de su tiempo, Jesús recuerda que Dios tiene la última palabra sobre ricos y pobres.
Al rico no se le juzga por explotador. No se dice que es un impío alejado de la Alianza. Simplemente, ha disfrutado de su riqueza ignorando al pobre. Lo tenía allí mismo, pero no lo ha visto. Estaba en el portal de su mansión, pero no se ha acercado a él. Lo ha excluido de su vida. Su pecado es la indiferencia.
Según los observadores, está creciendo en nuestra sociedad la apatía o falta de sensibilidad ante el sufrimiento ajeno. Evitamos de mil formas el contacto directo con las personas que sufren. Poco a poco, nos vamos haciendo cada vez más incapaces para percibir su aflicción.
La presencia de un niño mendigo en nuestro camino nos molesta. El encuentro con un amigo, enfermo terminal, nos turba. No sabemos qué hacer ni qué decir. Es mejor tomar distancia. Volver cuanto antes a nuestras ocupaciones. No dejarnos afectar.
Si el sufrimiento se produce lejos es más fácil. Hemos aprendido a reducir el hambre, la miseria o la enfermedad a datos, números y estadísticas que nos informan de la realidad sin apenas tocar nuestro corazón. También sabemos contemplar sufrimientos horribles en el televisor, pero, través de la pantalla, el sufrimiento siempre es más irreal y menos terrible. Cuando el sufrimiento afecta a alguien más próximo a nosotros, no esforzamos de mil maneras por anestesiar nuestro corazón.
Quien sigue a Jesús se va haciendo más sensible al sufrimiento de quienes encuentra en su camino. Se acerca al necesitado y, si está en sus manos, trata de aliviar su situación.

NADIE

Nadie alcanza la meta con un solo intento, ni perfecciona la vida  con una sola rectificación, ni alcanza altura con un solo vuelo.

Nadie camina la vida sin haber pisado en falso muchas veces.

Nadie recoge cosecha sin probar muchos sabores, enterrar muchas semillas y abonar mucha tierra.

Nadie mira la vida sin acobardarse en muchas ocasiones, ni se mete en el barco sin temerle a la tempestad, ni llega a puerto sin remar muchas veces.

Nadie siente el amor sin probar sus lágrimas, ni recoge rosas sin  sentir sus espinas.

Nadie hace obras sin martillar sobre su edificio, ni cultiva amistad sin renunciar a sí mismo.

Nadie llega a la otra orilla sin haber ido haciendo puentes para pasar.

Nadie deja el alma lustrosa sin el pulimento diario de la vida.

Nadie puede juzgar sin conocer primero su propia debilidad.

Nadie consigue su ideal sin haber pensado muchas veces que perseguía un imposible.

Nadie conoce la oportunidad hasta que ésta pasa por su lado y la deja ir.

Nadie encuentra el pozo del placer hasta caminar por la sed del desierto.

Nadie deja de llegar, cuando se tiene la claridad de un don, el crecimiento de su voluntad, la abundancia de la vida, el poder para realizarse y el impulso de sí mismo.

Nadie deja de arder con fuego dentro sin antes saber lo que es el calor de la amistad.

Nadie deja de llegar cuando de verdad se lo propone.

Desconocido

viernes, 24 de septiembre de 2010

Sé Tú mismo


Y entonces él preguntó cómo hacerlo, y el maestro respondió:

Atrévete a mantener tus propias convicciones mientras no te demuestren que estás equivocado.

No cambies por cambiar, porque es lo que está de moda, hay cosas que no se deben hacer sólo por apariencia.

Se honesto, aunque la honestidad no se cotice.

Se romántico, aunque el romanticismo no se lleve.

Se profundo, aunque a tu alrededor todo sea superficial.

No vayas solo donde va la gente, hay otros caminos por descubrir.

No digas sólo lo que está bien decir o lo que conviene, sino lo que piensas y lo que sientes.

Piensa por ti mismo, libremente, no le temas a la vida, ni a la libertad.

No te refugies en la manada para tirar la piedra y esconder la mano.

Busca disfrutar más de las preguntas que de las respuestas.

Se protagonista, y, pase lo que pase, sigue adelante

Desconocido

sábado, 18 de septiembre de 2010

No podeis servir a Dios y al Dinero


Evangelio: Lucas 16, 1-13

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Un hombre rico tenía un administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
"¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido.
El administrador se puso a echar sus cálculos: "¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa."
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
";¿Cuánto debes a mí amo?" Este respondió:
"Cien barriles de aceite." Él le dijo:
"Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta."
Luego dijo a otro:
"Y tú, ¿cuánto debes?"
Él contestó:
"Cien fanegas de trigo." Le dijo:
"Aquí está tu recibo, escribe ochenta."
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado.
Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero”



Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Lucas 16, 1-13


Dios y el dinero

La frase última que acabamos de escuchar a Jesús es muy conocida. Ningún comentarista de la Biblia duda de su autenticidad. Al contrario piensan que es la sentencia que mejor refleja la postura de Jesús ante el dinero. Además, la claridad y la contundencia con que Jesús se expresa excluye todo intento de suavizar su sentido: “No podéis servir a Dios y al dinero”.

Todos hemos sido testigos y, a veces, víctimas de experiencias desagradables cuyo origen está en el dinero: discordias familiares, enfrentamientos sociales, ruptura de buenas amistades, intranquilidades personales, injusticias frecuentes, corrupción social, odios numerosos y sufrimientos profundos...

Según Jesús el dinero en sí no es malo, porque es un medio, un instrumento. Lo que puede hacerlo malo o bueno es la intención, el corazón de la persona que maneja el dinero. Por eso, Jesús, nos llama la atención sobre el uso que hacemos del dinero.

Además hay otra cosa: Hoy se habla mucho de la crisis religiosa provocada por el agnosticismo contemporáneo, pero se olvida ese “alejamiento” de Dios que tiene su origen no en el agnosticismo, sino precisamente en el poder seductor del dinero, en el modo de utilizar el dinero. Hoy no se habla de esto y sin embargo, según Jesús, quien se ata al dinero termina alejándose de Dios.

Siempre se ha hecho notar que, curiosamente, el evangelio no denuncia tanto el origen inmoral de las riquezas conseguidas de manera injusta cuanto el poder que el dinero tiene de deshumanizar a la persona separándola del Dios vivo. Las palabras de Jesús buscan impactar al oyente oponiendo frontalmente el señorío de Dios y el del dinero. No se puede ser fiel a Dios y vivir esclavo del dinero. Y es que la riqueza tiene un poder subyugador irresistible. Y aquí caemos todos, los de derechas, y los de izquierdas, los creyentes y los no creyentes. Cuando el individuo entra en la dinámica del ganar siempre más y más y del vivir siempre mejor, a la última moda en todo, el dinero termina sustituyendo a Dios y exigiendo obediencia absoluta. En esa vida, orientada así, ya no reina el Dios que pide amor y solidaridad, sino el corazón adinerado que sólo mira el propio interés.

Los exégetas, los estudiosos de la Biblia, han analizado con rigor este texto evangélico y según esos análisis, el “dinero” viene designado con el término de “mammona”, que sólo aparece cuatro veces en el Nuevo Testamento y siempre en boca de Jesús. Se trata de un término que proviene de la raíz aramea “aman” y significa cualquier riqueza en la que el individuo apoya su existencia. Al utilizar este término, el pensamiento de Jesús aparece con más claridad: cuando una persona hace del dinero la orientación fundamental de su vida, cuando el dinero es su único punto de apoyo en la vida y su única meta, entonces la obediencia al Dios verdadero se diluye.

Y la razón es bien sencilla. Porque el corazón del individuo atrapado por el dinero se enfría y se endurece convirtiéndose como en un bloque de hielo. Tiende a buscar sólo su propio interés, no piensa en el sufrimiento, ni en la necesidad de los demás. En el corazón adinerado no hay lugar para el amor desinteresado, ni para la fraternidad.

No lo dudéis, el corazón adinerado corre el riesgo de volverse insolidario. No ve las necesidades ni las injusticias que sufren los otros. Sólo vive para acaparar cosas, para acumular experiencias placenteras y para atrapar posesivamente a las personas.

Y, por eso mismo, en él no hay lugar para un Dios que es Padre de todos. Por desgracia para la persona atrapada por el dinero, Dios tampoco tiene sitio en su corazón. Porque su religión es el mercado: todo se compra, todo se vende. Así no puede acoger a Alguien que es Amor, Gratuidad. Y es que no puede saber nada de ese Dios porque no sabe esperar nada gratuito ni de los hombres, ni del amor de Dios.

Este mensaje del Evangelio no ha perdido actualidad pues restituye al dinero su verdadero valor y su carácter humano. El dinero puede ayudar a las personas, pero también hoy es un error hacer del dinero el “absoluto” de la existencia. ¿Qué humanidad puede encerrarse en quien sigue acaparando más y más, consumiendo más y más, olvidado absolutamente de quienes padecen necesidad, de quienes carecen de empleo?

¿A quién sirvo? ¿Son buenos poderes de vida los que mandan en mí? ¿De qué dependencias y adiciones me vendría bien verme libre?

martes, 14 de septiembre de 2010

Exaltación de la Santa Cruz

La fiesta de hoy quiere que mires la cruz. Mirar tu propia cruz, los sufrimientos que te afligen en la travesía de la vida. Muy cerca de tu cruz, ha sido levantada la cruz de Cristo para que la mires con fe. Ya sabes que mirando con fe al crucificado quedarás curado. Porque en la cruz está el poder de Dios, que no es otro que el amor. Mirando al crucificado puedes hallar luz para la oscuridad; es la luz del amor que se apoya más en la “decisión de la fe” que en el “sentimiento”. Si Dios ha decidido amar hasta morir por ti, ¿qué puedes temer?

Mirando la cruz, y en ella al crucificado, elevado sobre el cosmos como cima y cumbre de la historia de la humanidad, puedes hacer tuya la oración de Teilhard de Chardin:



No te inquietes por las dificultades de la vida,
por sus altibajos, por sus decepciones,
por su porvenir más o menos sombrío.
Quiere lo que Dios quiere.

Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades
el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo,
acepta los designios de su providencia.

Poco importa que te consideres un frustrado
si Dios te considera plenamente realizado; a su gusto.
Piérdete confiado ciegamente en ese Dios

que te quiere para sí.
Y que llegará hasta ti, aunque jamás le veas.

Piensa que estás en sus manos,
tanto más fuertemente cogido,
cuanto más decaído y triste te encuentres.

Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz.
Que nada te altere.
Que nada sea capaz de quitarte tu paz.
Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales.
Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro
una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor
continuamente te dirige.

Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada,
como fuente de energía y criterio de verdad,
todo aquello que te llene de la paz de Dios.

Recuerda:
cuanto te reprima e inquiete es falso.
Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida
y de las promesas de Dios.
Por eso, cuando te sientas apesadumbrado, triste,
adora y confía...

El paquete de galletas

Cuando aquella tarde llego a la vieja estacion le informaron que el tren en el que ella viajaria se retrasaria aproximadamente una hora.

La elegante senora, un poco fastidiada, compro una revista, un paquete de galletas y una botella de agua para pasar el tiempo.

Busco un banco en el anden central y se sento preparada para la espera.

Mientras hojeaba su revista, un joven se sento a su lado y comenzo a leer un diario.

Imprevistamente, la senora observo como aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiraba la mano, agarraba el paquete de galletas, lo abria y comenzaba a comerlas, una a una, despreocupadamente.

La mujer se molesto por esto, no queria ser grosera, pero tampoco dejar pasar aquella situacion o hacer de cuenta que nada habia pasado; asi que, con un gesto exagerado, tomo el paquete y saco una galleta, la exhibio frente al joven y se la comio mirándolo fijamente a los ojos.

Como respuesta, el joven tomo otra galleta y mirandola la puso en su boca y sonrio.

La senora ya enojada, tomo una nueva galleta y con ostensibles senales de fastidio, volvio a comer otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.

El dialogo de miradas y sonrisas continuo entre galleta y galleta.

La senora cada vez mas irritada, y el muchacho cada vez mas sonriente.

Finalmente, la senora se dio cuenta de que en el paquete solo quedaba la ultima galleta.

" No podra ser tan descarado ", penso mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletas.

Con calma el joven alargo la mano, tomo la ultima galleta, y con mucha suavidad, la partio exactamente por la mitad.

Asi, con un gesto amoroso, ofrecio la mitad de la ultima galleta a su companera de banco.

- ¡ Gracias ! - Dijo la mujer tomando con rudeza aquella mitad.

- De nada. - Contesto el joven sonriendo suavemente mientras comia su mitad.

Entonces el tren anuncio su partida...

La senora se levanto furiosa del banco y subio a su vagon.

Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho todavia sentado en el anden y penso:

"¡ Que insolente, que mal educado, que ser de nuestro mundo !"

Sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintio la boca reseca por el disgusto que aquella situacion le habia provocado.

Abrio su bolso para sacar la botella de agua y se quedo totalmente sorprendida cuando encontro, dentro de su cartera, su paquete de galletas INTACTO.

Cuantas veces nuestros prejuicios, nuestras decisiones apresuradas nos hacen valorar erróneamente a las personas y cometer las peores equivocaciones.

Cuantas veces la desconfianza, ya instalada en nosotros, hace que juzguemos, injustamente, a personas y situaciones, y sin tener aun por que, las encasillamos en ideas preconcebidas, muchas veces tan alejadas de la realidad que se presenta.

Asi, por no utilizar nuestra capacidad de autocritica y de observacion, perdemos la gracia natural de compartir y enfrentar situaciones, haciendo crecer en nosotros la desconfianza y la preocupacion.

Nos inquietamos por acontecimientos que no son reales, que quizas nunca lleguemos a contemplar, y nos atormentamos con problemas que tal vez nunca ocurriran.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

LA ESPERANZA DE UN SUEÑO


Un pequeño gusanito caminaba un día en dirección al sol.

Muy cerca del camino se encontraba un chapulín. -Hacía dónde te diriges?, le preguntó.

Sin dejar de caminar, la oruga contestó: -Tuve un sueño, anoche soñé que desde la punta de la gran montaña yo miraba todo el valle. Me gustó lo que vi en mi sueño y he decidido realizarlo.

Sorprendido, el chapulín dijo mientras su amigo se alejaba: -Debes estar loco!, Cómo podrás llegar hasta aquel lugar? -Tú, una simple oruga! Una piedra será una montaña, un pequeño charco un mar y cualquier tronco una barrera infranqueable.

Pero el gusanito ya estaba lejos y no lo escuchó. Sus diminutos pies no dejaron de moverse.

De pronto se oyó la voz de un escarabajo: -Hacía dónde te diriges con tanto empeño?

Sudando ya el gusanito, le dijo jadeante: -Tuve un sueño y deseo realizarlo, subiré a esa montaña y desde ahí contemplaré todo nuestro mundo.

El escarabajo no pudo soportar la risa, soltó la carcajada y luego dijo: -Ni yo, con patas tan grandes, intentaría una empresa tan ambiciosa.

El se quedó en el suelo tumbado de la risa mientras la oruga continuó su camino, habiendo avanzado ya unos cuantos centímetros.

Del mismo modo, la araña, el topo, la rana y la flor aconsejaron a nuestro amigo a desistir. No lo lograrás jamás! -le dijeron-, pero en su interior había un impulso que lo obligaba a seguir.

Ya agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar y construir con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar. -Estaré mejor, fue lo último que dijo, y murió.

Todos los animales del valle por días fueron a mirar sus restos. Ahí estaba el animal más loco del pueblo. Había construido como su tumba un monumento a la insensatez. Ahí estaba un duro refugio, digno de uno que murió por querer realizar un sueño irrealizable.

Una mañana en la que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una advertencia para los atrevidos.

De pronto quedaron atónitos. Aquella concha dura comenzó a quebrarse y con asombro vieron unos ojos y una antena que no podía ser la de la oruga que creían muerta.

Poco a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo las hermosas alas arcoiris de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos: Una mariposa.

No hubo nada que decir, todos sabían lo que haría. Se iría volando hasta la gran montaña y realizaría un sueño, el sueño por el que había vivido, por el que había muerto y por el que había vuelto a vivir. Todos se habían equivocado.

Dios nos ha creado para realizar un sueño, vivamos por él, intentemos alcanzarlo, pongamos la vida en ello y si nos damos cuenta que no podemos, quizá necesitemos hacer un alto en el camino y experimentar un cambio radical en nuestras vidas y entonces, con otro aspecto, con otras posibilidades y con la gracia de Dios, lo lograremos.

El éxito de la vida no se mide por lo que has logrado, sino por los obstáculos que has tenido que enfrentar en el camino.

sábado, 4 de septiembre de 2010

“Tu cruz nos salva”


Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,25-33):

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar.” ¿O que rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.»

Palabra del Señor


Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
san Lucas (14,25-33)

REALISMO RESPONSABLE


Los ejemplos que emplea Jesús son muy diferentes, pero su enseñanza es la misma: el que emprende un proyecto importante de manera temeraria, sin examinar antes si tiene medios y fuerzas para lograr lo que pretende, corre el riesgo de terminar fracasando.

Ningún labrador se pone a construir una torre para proteger sus viñas, sin tomarse antes un tiempo para calcular si podrá concluirla con éxito, no sea que la obra quede inacabada, provocando las burlas de los vecinos. Ningún rey se decide a entrar en combate con un adversario poderoso, sin antes analizar si aquella batalla puede terminar en victoria o será un suicidio.

A primera vista, puede parecer que Jesús está invitando a un comportamiento prudente y precavido, muy alejado de la audacia con que habla de ordinario a los suyos. Nada más lejos de la realidad. La misión que quiere encomendar a los suyos es tan importante que nadie ha de comprometerse en ella de forma inconsciente, temeraria o presuntuosa.

Su advertencia cobra gran actualidad en estos momentos críticos y decisivos para el futuro de nuestra fe. Jesús llama, antes que nada, a la reflexión madura: los dos protagonistas de las parábolas «se sientan» a reflexionar. Sería una grave irresponsabilidad vivir hoy como discípulos de Jesús, que no saben lo que quieren, ni a dónde pretenden llegar, ni con qué medios han de trabajar

¿Cuándo nos vamos a sentar para aunar fuerzas, reflexionar juntos y buscar entre todos el camino que hemos de seguir? ¿No necesitamos dedicar más tiempo, más escucha del evangelio y más meditación para descubrir llamadas, despertar carismas y cultivar un estilo renovado de seguimiento a Jesús?

Jesús llama también al realismo. Estamos viviendo un cambio sociocultural sin precedentes. ¿Es posible contagiar la fe en este mundo nuevo que está naciendo, sin conocerlo bien y sin comprenderlo desde dentro? ¿Es posible facilitar el acceso al Evangelio ignorando el pensamiento, los sentimientos y el lenguaje de los hombres y mujeres de nuestro tiempo? ¿No es un error responder a los retos de hoy con estrategias de ayer?

Sería una temeridad en estos momentos actuar de manera inconsciente y ciega. Nos expondríamos al fracaso, la frustración y hasta el ridículo. Según la parábola, la “torre inacabada” no hace sino provocar las burlas de la gente hacia su constructor. No hemos de olvidar el lenguaje realista y humilde de Jesús que invita a sus discípulos a ser “fermento” en medio del pueblo o puñado de “sal” que pone sabor nuevo a la vida de las gentes.