domingo, 31 de marzo de 2019

Domingo de la 4ª semana de Cuaresma C


Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 15, 1-3. 11-32

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: "Ése acoge a los pecadores y come con ellos."
Jesús les dijo esta parábola: "Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna."
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros."
Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.
Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. "
Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.
Éste le contesto: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud."
Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado."
El padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."


Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 

El drama más grande de una persona es vivir lejos de Dios. Lejos del Padre estaba el hijo pequeño. Y quizá más lejos todavía estaba el corazón del mayor, aunque viviera en la casa.
Lejos de Dios estamos cuando vivimos encerrados en nosotros mismos, en nuestro egoísmo; cuando no rezamos o rezamos sin confianza, sin disponibilidad, sin amor; cuando hacemos mal y cuando cumplimos nuestra obligación como si fuera un castigo; cuando no participamos en la comunidad cristiana o cuando lo hacemos con desgana...
    En esta cuaresma ¿cómo vamos a volver al Padre y a su casa (la comunidad)? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Cada mañana me regalas una parte de tu herencia
y pones en mis manos la libertad más grande,
aunque pueda alejarme de ti.

Cada mañana sales al balcón
y vigilas el horizonte
para ver si vuelvo.

Cada mañana bajas saltando las escaleras
y echas a correr por el campo
cuando me adivinas a lo lejos.

Cada mañana me cortas la palabra,
te abalanzas sobre mí
y me rodeas con un abrazo redondo
el cuerpo entero.

Cada mañana organizas una fiesta por mí
y por cada hermano que vuelve a tu Casa,
porque tu alegría es más grande que tu corazón.

Cada mañana me dices al oído
con voz de primavera:
hoy puedes empezar de nuevo.

sábado, 30 de marzo de 2019

Sábado de la 3ª semana de Cuaresma


 Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 18,9-14

En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: "Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo." El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador." Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido."


Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 

En Cuaresma no sólo estamos llamados a rezar más, estamos llamados a rezar mejor. A veces no rezamos bien, rezamos subidos en la prepotencia, en el orgullo, en la autosuficiencia, en el desprecio a los demás.
Al leer este Evangelio, podemos caer en la tentación de creer que nosotros no rezamos así. No vayamos tan deprisa. Rezamos como vivimos, y ¿quién está libre del orgullo?
La sencilla oración del publicano nos ayuda a vivir y a rezar bajando a la verdad, a la humildad, a la pobreza y a la sencillez.
    ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Señor, delante de ti yo quiero ser sólo un pobre, quiero despojarme, Señor, de mis pretensiones y vanidades; también, Señor, quiero traspasar mi propia culpa y entrar a tu casa desnudo, meterme en tu corazón como un niño.

Quiero mirarte a los ojos suplicándote confiadamente. Quiero, Señor, y deseo apoyarme sólo en tu amor, descansar en tu amor y llenarme de la alegría de haber hallado tu amor. Tu amor es la casa que me tienes preparada; he sentido tu invitación y entro en ella sin que me avergüence mi pecado; sólo deseo habitar en tu casa todos los días de mi vida.

Tú nunca me vas a echar, sólo me pides que crea en tu amor, que me atreva a vivir en tu amor, Que nunca me falten la humildad y la confianza de los niños; para que el orgullo y los desengaños nunca me separen de ti y pueda amarte con todo el corazón y compartir tu amor con los más pequeños. Amén.
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Te doy gracias Señor,
porque soy como los demás hombres.

Intento estar seguro de mí
ante tu ausencia,
cuadro mi contabilidad
para no ser sorprendido
al final de la jornada.

Me comparo con los otros
y miro desde arriba
a los que juzgo pecadores,
y en la comparación, no en ti,
he puesto mi seguridad.

También yo tengo elaboradas
condenas de moda,
publicamos al servicio
de los que imponen su imperio,
pero escondo en la ambigüedad
mis pecados de siempre,
radicales trampas contigo,
abismales cortes con el otro.

También yo tengo mis seguros
de ahorros y diezmos,
pequeñas monedas al contado
con las que pretendo negociar
la falta de entrega a tu misterio.

También yo salgo satisfecho
de oírme a mí mismo
de pie en el centro del templo.
Como los demás hombres,
ya puedo abrirme a tu perdón
dándome golpes de pecho
al lado del publicano.

Benjamín González Buelta, sj

viernes, 29 de marzo de 2019

Viernes de la 3ª semana de Cuaresma


Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 12,28b‑34

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
—«¿Qué mandamiento es el primero de todos?»
Respondió Jesús:
—«El primero es: "Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amaras al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser." El segundo es éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." No hay mandamiento mayor que éstos.»
El escriba replicó:
—«Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.» Jesús, viendo que habla respondido sensatamente, le dijo: —«No estás lejos del reino de Dios.» Y nadie se abrevió a hacerle más preguntas.


Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 

Para responder a la pregunta de aquel escriba, Jesús une dos textos perdidos en el mar de leyes del Antiguo Testamento. Toma primero unas palabras del Deuteronomio 6,4-5: “Amarás a Dios tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”. Y a continuación une un fragmento de Levítico 19,18: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Para Jesús amar a Dios, amar al prójimo y amarse a uno mismo no es incompatible. Todo lo contrario. El amor es indivisible: cuando amamos a Dios sobre todas las cosas, amamos mejor a los hermanos y a nosotros mismos. Y, por supuesto, cuando amamos a los hermanos, crece nuestra capacidad de amar a Dios.

Dice Benedicto XVI: Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero.

Padre, ¿cómo te podemos amar sin haberte visto jamás?
¿Cómo amarte más que a nada y más que a nadie?
¿No pides demasiado, Señor?

Sólo podremos amarte así, cuando descubrimos tu amor,
Tú nos has amado primero y sigues amándonos primero;
por eso, nosotros podemos corresponder también con el amor.
No nos amas porque te amamos y nos entregamos a Ti.
Te amamos, porque antes Tú nos has amado hasta el extremo.
Gracias, Padre, por ese amor tuyo, gratuito y fiel,
que hace posible nuestro amor a Ti y al prójimo.
Ayúdanos a reconocer y agradecer tu amor,
en los pobres y en las personas,
en tu Palabra, en los Sacramentos,
en la oración y en la comunidad viva de los creyentes,
en todo momento de nuestra vida cotidiana.

Señor Jesús, ayúdanos a mirar con amor a las personas,
a amigos y enemigos, a paisanos y extranjeros.
Ayúdanos a entregarme a todos, contigo y como Tú.
Que nunca olvide que Tú estás presente
en los hambrientos y sedientos, los forasteros,
los desnudos, enfermos o encarcelados;
y que cada vez que amo y ayudo a uno de estos hermanos,
te amo y te ayudo a ti.
Gracias, porque cada vez que amo y sirvo a las personas
se abren más mis ojos para reconocer
lo que Tú haces por mí y lo mucho que me amas.

Oración inspirada en Deus Caritas Est.

jueves, 28 de marzo de 2019

Jueves de la 3ª semana de Cuaresma


Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 11,14-23

En aquel tiempo, Jesús estaba echando un demonio que era mudo y, apenas salió el demonio, habló el mudo. La multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron: "Si echa los demonios es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios."
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo. Él, leyendo sus pensamientos, les dijo: "Todo reino en guerra civil va a la ruina y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino? Vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú; y, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros. Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero, si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín. El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama."



Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 

Cuando no se quiere a una persona, no se cambia de opinión ni siquiera cuando cura a un endemoniado. Es el caso de Jesús.
Todos hemos sufrido en alguna ocasión esta circunstancia. ¡Cómo duele! Conociendo un poco a Jesús, podemos imaginar que le dolería más la dureza de corazón de sus compatriotas que el rechazo que él sufre.
“Señor, gracias por entregar tu vida por los que te rechazamos”
“Danos fuerza para entregarnos por los que nos rechazan”
“Perdona y cura nuestra dureza de corazón”

El Reino de Dios ha llegado a nosotros: Hoy Jesús sigue curando ciegos, cojos, mudos y toda clase de enfermos, del cuerpo y del alma. ¿No lo notáis?
“Danos ojos para ver,
corazón para agradecer
    y voluntad para colaborar contigo”

Señor: Tú llegas a nuestro mundo y nos invitas a abrir la puerta de nuestro corazón a todas las personas.

Ya nos dijiste que eres Tú quien viene cuando alguien llama a nuestra puerta.

Tu palabra es ésta: “He aquí que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, Yo entrará y cenaré con él y él conmigo”.

Señor: que sepamos escuchar tu voz, esa voz que nos llega por nuestros hermanos.

Que abramos la puerta para acogerte a Ti, y en Ti a todas las personas.
 
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Tú, Dios de amor y vida,
no dejas de llamamos,
a cualquier hora y en cualquier lugar,
a una vida plena y feliz.

Tú, Dios de bondad y misericordia,
no abandonas a tus hijos e hijas
aunque hayamos quebrantado tu alianza,
y nos ofreces siempre tu perdón y abrazo de Padre.

Tú, Dios fiel y lleno de ternura,
te haces presente en medio de tu pueblo
para devolverle la alegría, curarle la tristeza,
y abrirle un horizonte de esperanza.

Tú, Dios Padre bueno,
nos das este tiempo para que nos convirtamos
y, creyendo en tu Hijo Jesús, podamos
conocer, gustar y vivir el Evangelio
como buena noticia, ya, en esta tierra,
mientras caminamos hacia tu Reino.

Nosotros, ahora, llenos de alegría,
te alabamos con nuestras torpes palabras.
Pero Tú bien sabes que ellas contienen
lo mejor que hay en nosotros.
¡Gloria y alabanza a Ti
que nos despiertas y recreas cada día!

miércoles, 27 de marzo de 2019

Miércoles de la 3ª semana de Cuaresma


Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 5,17-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos."


Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 

Jesús en ocasiones no cumple algunos aspectos de la ley. Y es criticado por ello. Eso no significa que la ley sea para él inútil. El Evangelio de hoy nos lo dice. Jesús no ha venido a tirar a la basura la ley, sino a perfeccionarla.
Es curiosa la actitud de Jesús. A veces se salta la ley, sobre todo cuando tiene que beneficiar a personas. Y en otras ocasiones en mucho más exigente que la ley. Nos enseña así a valorar la ley, las leyes. Ni hay que absolutizarlas, ni hay que  ridiculizarlas. El amor es la clave para entender cualquier ley.
Otra cosa importante: cuando hacemos alguna cosa mal, al principio nos duele, después nos acostumbramos, más tarde lo justificamos, a continuación lo enseñamos así a los hombres y, si nos descuidamos, criticamos a los que hacen lo correcto.
¿Qué te dice el Señor con este Evangelio? ¿Qué le dices?

“Señor, ayúdanos a amar por encima de cualquier ley”
“Danos tu Espíritu para ser fiel a tu ley”
    “Perdona nuestras infidelidades y malos ejemplos”

Hay palabras que esclavizan y palabras que liberan...

Tu Palabra alimenta
No te lo decimos, Señor, de oídas
Nosotros hemos comido, nos hemos bebido tus palabras
y nos han sabido a miel, bien sabrosas.

Te damos gracias, Señor, porque no nos falta tu Palabra
Andamos escasos de pan, pero por lo menos te tenemos a ti.
Tu Palabra nos fortalece para buscar el pan,
el pan nuestro, el pan de los pobres, el pan de todos:
el pan de trigo, el pan del amor, el pan de la fe.
Tu palabra nos da fuerza para no desmayar en el camino,
para luchar por la vida, por la justicia, por la paz.

Hemos experimentado que tu palabra da vida,
nos recuerda que somos tus hijos queridos,
que en tu casa y en tu corazón hay un hueco para cada uno
y que tu amor es más poderoso que nuestros errores.
Tu palabra nos anima a vivir como auténticos hermanos,
y da un contento que contagia a todo el cuerpo.

Tu Palabra no es una droga que nos saca de este mundo,
no nos da un bienestar momentáneo que pronto se esfuma.
Al contrario, tu Palabra nos desnuda y nos trae a la verdad
Tu Palabra nos obliga a mirar lo que no queremos ver:
a descubrir nuestra verdad y la verdad de nuestra sociedad.

Tu Palabra, Señor, transforma nuestros pensamientos,
purifica nuestros sentimientos, cambia la vida entera.
Si la aceptamos, si aceptamos la conversión que nos propone
sentimos luego que ella nos da vida verdadera,
esa que el mundo no puede dar ni quitar

Señor, que no nos falte tu Palabra
y que cada día respondamos a ella un poco más
Te lo pedimos por tu Palabra,
Jesús, nuestro Señor. Amén

Salmos de vida y felicidad  (adaptación)
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Salmo 118:

Dichoso el que, con vida intachable,
camina en la voluntad del Señor;
dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón;
el que, sin cometer iniquidad,
anda por sus senderos.

Te alabaré con sincero corazón
cuando aprenda tus justos mandamientos.
Quiero guardar tus leyes exactamente,
tú, no me abandones.

¿Cómo podrá un joven andar honestamente?
Cumpliendo tus palabras.
Te invoco de todo corazón:
respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes;
a ti grito: sálvame, y cumpliré tus decretos;
me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,
esperando tus palabras.

Mis ojos se adelantan a las vigilias,
meditando tu promesa;
escucha mi voz por tu misericordia,
con tus mandamientos dame vida;
ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad.

Tú, Señor, estás cerca,
y todos tus mandatos son estables;
hace tiempo comprendí que tus preceptos
los fundaste para siempre.

Gloria al Padre y al Hijo
y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

martes, 26 de marzo de 2019

Martes de la 3ª semana de Cuaresma


Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 18,21-35

En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: "Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?"
Jesús le contesta: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo." El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda.
Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella
deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano."


Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 

Hemos de perdonar setenta veces siete, porque Dios nos perdona setenta veces setenta:

Señor:
Somos un poco de todo y de nada.

Somos hermanos y extraños,
hijos y siervos,
deudores y prepotentes,
compañeros y enemigos de camino,
solidarios pero también indiferentes,
ciudadanos e indefensos,
cómplices y demasiado pacientes.
Somos un poco de todo y de nada.

Somos intento de diálogo y palabra vacía,
huella y piedra de tropiezo,
memoria y olvido,
protesta y enigma,
prestamistas y eternos deudores,
suplicantes de tu perdón y yermos para concederlo,
indefensos creadores de murallas.
Somos un poco de todo y de nada.

Somos audaces y cuitados,
víctimas y verdugos de nosotros mismos,
a veces soñadores, otras rastreros,
firmes y volubles,
lloricas empedernidos y de corazón duro,
tramposos y jueces de nuestros hermanos,
llenos de agujeros e impermeables.
Somos un poco de todo y de nada.

Señor, somos y no somos.
Estamos confundidos.
Somos mártires de nada.
Somos claroscuros.
Somos pecadores conscientes.
Perdónanos y acrisólanos
aunque necesites
setenta veces siete
repetirte.

Florentino Ulibarri

Jesús no habla sólo de perdonar, habla de perdonar de corazón. Y no sólo en una ocasión. Si difícil es perdonar, más difícil es perdonar al que ya nos ha ofendido otras veces. Tanto uno como otro son dones de Dios, que tenemos que pedir, sobre todo en los casos más difíciles, más dolorosos.

Hemos de perdonar y de perdonarnos setenta veces siete… y seguir adelante. Dios cuenta con nuestra pobreza:

Seguiremos caminando,
más allá de fracasos y golpes.
Seguiremos amando,
venciendo a soledades y deserciones.
Seguirá la historia,
la memoria poblada y la espera impaciente
de lo que ha de llegar.
Uniremos los pedazos
dispersos, los fragmentos de sueños,
estrecharemos brazos heridos.
Setenta veces siete alzaremos los ojos
y retomaremos la ruta.

Con otros,
 igual de frágiles,
 igual de fuertes,
 igual de humanos,
haremos surcos
en la tierra fértil
para seguir sembrando
un evangelio de carne y hueso
regado con los anhelos más hondos,
y crecerá, imparable, la vida.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

lunes, 25 de marzo de 2019

Solemnidad de la Encarnación del Señor


Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 1,26-38

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo." Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin." Y María dijo al ángel: "¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?" El ángel le contestó: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible." María contestó: "Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra." Y la dejó el ángel.


Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

La solemnidad de la Anunciación nos invita a meditar una vez más este pasaje del Evangelio, a llenarnos de alegría con la Buena Noticia de Gabriel.

Dios no nos abandona, no se olvida de nosotros, viene a salvarnos, se encarna, se hace persona humana para que seamos y vivamos como hijos suyos.

Dios no nos salva sin contar con nosotros, con un gesto lejano y frío, sino que se acerca a nuestra realidad hasta asumirla, y esto lo hace contando con nuestra colaboración.

La sencillez, la humildad y la confianza de María, son las actitudes con las que debemos acoger al Dios que se nos acerca, hoy le pedimos que nos enseñe a decir como ella: Aquí está la esclava del Señor, que se cumpla lo que dices.

Vivir
es dejar que la Palabra se haga cuerpo
en nuestro cuerpo humano,
cuerpo de carne y sangre
con espíritu bíblico
y aliento solidario.

Y para ello
se necesita paciencia y tiempo,
cántaros de esperanza compartida
y dejar que la semilla crezca sola
en nuestras entrañas humanas
aunque no sepamos cómo.

Vivir
es gestar en paz y con cuidado al esperado,
que siempre es nuestro hermano,
que viene ilusionado a su casa,
sin ánimo de destronarnos
y sí de enriquecernos y alegrarnos.

Pero para ello
hay que estar embarazados
o dejar al Espíritu que repose,
como él quiera, en nuestro regazo;
y ponerse de parto
para que la Palabra acampe entre nosotros.

Vivir es...
¡Ya estoy, Señor, dándote cuerpo!

Florentino Ulibarri

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A mi medida.
¡Tan débil como yo,
tan pobre y solo!
Tan cansado, Señor, y tan dolido
del dolor de los hombres!
Tan hambriento del querer de tu Padre (Jn 4,34)
y tan sediento, Señor, de que te beban... (Jn 7,37)

Tu, que eres la fuerza y la verdad,
la vida y el camino;
y hablas el lenguaje de todo lo que existe,           
de todos lo que somos.

Sacias la sed, la nuestra y la del campo,
sentado junto al pozo de los hombres.
Arrimas tu hombro cansado a mi cansancio
y me alargas la mano cuando la fe vacila
y siento que me hundo.

Tu, que aprendes lo que sabes,
y aprendes a llorar y a reir como nosotros

Tu, Dios, Tu, hombre,
Tu, mujer, Tu, anciano,
Tu, niño y joven,
Tu, siervo voluntario,
siervo último
siervo de todos...
Tu, nuestro.
Tu, nosotros!

Ignacio Iglesias