sábado, 24 de septiembre de 2016

“Lázaro grita, porque no escuchamos…“

XXVI del Tiempo Ordinario – Ciclo C
Domingo 25 de septiembre de 2016
 
 

Lectura del Santo Evangelio según san Lucas (16,19-31)

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritó: “Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas.” Pero Abrahán le contestó: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros.” El rico insistió: “Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento.” Abrahán le dice: “Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen.” El rico contestó: “No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán.” Abrahán le dijo: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.”»
 
Palabra del Señor
 
 
 
 
 
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Lc 16,19-31

NO IGNORAR AL QUE SUFRE

El contraste entre los dos protagonistas de la parábola es trágico. El rico se viste de púrpura y de lino. Toda su vida es lujo y ostentación. Solo piensa en «banquetear espléndidamente cada día». Este rico no tiene nombre pues no tiene identidad. No es nadie. Su vida vacía de compasión es un fracaso. No se puede vivir solo para banquetear.
 
Echado en el portal de su mansión yace un mendigo hambriento, cubierto de llagas. Nadie le ayuda. Solo unos perros se le acercan a lamer sus heridas. No posee nada, pero tiene un nombre portador de esperanza. Se llama «Lázaro» o «Eliezer», que significa «Mi Dios es ayuda».
 
Su suerte cambia radicalmente en el momento de la muerte. El rico es enterrado, seguramente con toda solemnidad, pero es llevado al «Hades» «reino de los muertos». También muere Lázaro. Nada se dice de rito funerario alguno, pero «los ángeles lo llevan al seno de Abrahán». Con imágenes populares de su tiempo, Jesús recuerda que Dios tiene la última palabra sobre ricos y pobres.
 
Al rico no se le juzga por explotador. No se dice que es un impío alejado de la Alianza. Simplemente, ha disfrutado de su riqueza ignorando al pobre. Lo tenía allí mismo, pero no lo ha visto. Estaba en el portal de su mansión, pero no se ha acercado a él. Lo ha excluido de su vida. Su pecado es la indiferencia.
 
Según los observadores, está creciendo en nuestra sociedad la apatía o falta de sensibilidad ante el sufrimiento ajeno. Evitamos de mil formas el contacto directo con las personas que sufren. Poco a poco, nos vamos haciendo cada vez más incapaces para percibir su aflicción.
 
La presencia de un niño mendigo en nuestro camino nos molesta. El encuentro con un amigo, enfermo terminal, nos turba. No sabemos qué hacer ni qué decir. Es mejor tomar distancia. Volver cuanto antes a nuestras ocupaciones. No dejarnos afectar.
 
Si el sufrimiento se produce lejos es más fácil. Hemos aprendido a reducir el hambre, la miseria o la enfermedad a datos, números y estadísticas que nos informan de la realidad sin apenas tocar nuestro corazón. También sabemos contemplar sufrimientos horribles en el televisor, pero, a través de la pantalla, el sufrimiento siempre es más irreal y menos terrible. Cuando el sufrimiento afecta a alguien más próximo a nosotros, no esforzamos de mil maneras por anestesiar nuestro corazón.
 
Quien sigue a Jesús se va haciendo más sensible al sufrimiento de quienes encuentra en su camino. Se acerca al necesitado y, si está en sus manos, trata de aliviar su situación.
 

sábado, 30 de julio de 2016

”Pan del Cielo para Todos…“

Lectura del Santo Evangelio según san Lucas (12,13-21)

En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.»
Él le contestó: «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?»
Y dijo a la gente: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
Y les propuso una parábola: «Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: “¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha.” Y se dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida.” Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?” Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.»
 
Palabra del Señor
 
 
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Lc 12,13-21

DESENMASCARAR LA INSENSATEZ

El protagonista de la pequeña parábola del «rico insensato» es un terrateniente como aquellos que conoció Jesús en Galilea. Hombres poderosos que explotaban sin piedad a los campesinos, pensando solo en aumentar su bienestar. La gente los temía y envidiaba: sin duda eran los más afortunados. Para Jesús, son los más insensatos.
 
Sorprendido por una cosecha que desborda sus expectativas, el rico propietario se ve obligado a reflexionar: «¿Qué haré?». Habla consigo mismo. En su horizonte no aparece nadie más. No parece tener esposa, hijos, amigos ni vecinos. No piensa en los campesinos que trabajan sus tierras. Solo le preocupa su bienestar y su riqueza: mi cosecha, mis graneros, mis bienes, mi vida…
 
El rico no se da cuenta de que vive encerrado en sí mismo, prisionero de una lógica que lo deshumaniza vaciándolo de toda dignidad. Solo vive para acumular, almacenar y aumentar su bienestar material: «Construiré graneros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come y date buena vida».
 
De pronto, de manera inesperada, Jesús le hace intervenir al mismo Dios. Su grito interrumpe los sueños e ilusiones del rico: «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?». Esta es la sentencia de Dios: la vida de este rico es un fracaso y una insensatez.
 
Agranda sus graneros, pero no sabe ensanchar el horizonte de su vida. Acrecienta su riqueza, pero empequeñece y empobrece su vida. Acumula bienes, pero no conoce la amistad, el amor generoso, la alegría ni la solidaridad. No sabe dar ni compartir, solo acaparar. ¿Qué hay de humano en esta vida?
La crisis económica que estamos sufriendo es una «crisis de ambición»: los países ricos, los grandes bancos, los poderosos de la tierra… hemos querido vivir por encima de nuestras posibilidades, soñando con acumular bienestar sin límite alguno y olvidando cada vez más a los que se hunden en la pobreza y el hambre. Pero, de pronto nuestra seguridad se ha venido abajo.
 
Esta crisis no es una más. Es un «signo de los tiempos» que hemos de leer a la luz del evangelio. No es difícil escuchar la voz de Dios en el fondo de nuestras conciencias: «Basta ya de tanta insensatez y tanta insolidaridad cruel». Nunca superaremos nuestras crisis económicas sin luchar por un cambio profundo de nuestro estilo de vida: hemos de vivir de manera más austera; hemos de compartir más nuestro bienestar.

sábado, 16 de julio de 2016

”La mejor parte… que en ti resuene el evangelio“

Lectura del Santo Evangelio según san Lucas (10, 38-42)

 
 

En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada Maria, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.»
Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.»

 
Palabra del Señor
 
 
 
 
 
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Lc 10, 38-42

NECESARIO Y URGENTE

Mientras el grupo de discípulos sigue su camino, Jesús entra solo en una aldea y se dirige a una casa donde encuentra a dos hermanas a las que quiere mucho. La presencia de su amigo Jesús va a provocar en las mujeres dos reacciones muy diferentes.
 
María, seguramente la hermana más joven, lo deja todo y se queda «sentada a los pies del Señor». Su única preocupación es escucharle. El evangelista la describe con los rasgos que caracterizan al verdadero discípulo: a los pies del Maestro, atenta a su voz, acogiendo su Palabra y alimentándose de su enseñanza.
 
La reacción de Marta es diferente. Desde que ha llegado Jesús, no hace sino desvivirse por acogerlo y atenderlo debidamente. Lucas la describe agobiada por múltiples ocupaciones. Desbordada por la situación y dolida con su hermana, expone su queja a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano».
 
Jesús no pierde la paz. Responde a Marta con un cariño grande, repitiendo despacio su nombre; luego, le hace ver que también a él le preocupa su agobio, pero ha de saber que escucharle a él es tan esencial y necesario que a ningún discípulo se le ha de dejar sin su Palabra «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán».
 
Jesús no critica el servicio de Marta. ¿Cómo lo va a hacer si él mismo está enseñando a todos con su ejemplo a vivir acogiendo, sirviendo y ayudando a los demás? Lo que critica es su modo de trabajar de manera nerviosa, bajo la presión de demasiadas ocupaciones.
 
Jesús no contrapone la vida activa y la contemplativa, ni la escucha fiel de su Palabra y el compromiso de vivir prácticamente su estilo de entrega a los demás. Alerta más bien del peligro de vivir absorbidos por un exceso de actividad, en agitación interior permanente, apagando en nosotros el Espíritu, contagiando nerviosismo y agobio más que paz y amor.
 
Apremiados por la disminución de fuerzas, nos estamos habituando a pedir a los cristianos más generosos toda clase de compromisos dentro y fuera de la Iglesia. Si, al mismo tiempo, no les ofrecemos espacios y momentos para conocer a Jesús, escuchar su Palabra y alimentarse de su Evangelio, corremos el riesgo de hacer crecer en la Iglesia la agitación y el nerviosismo, pero no su Espíritu y su paz. Nos podemos encontrar con unas comunidades animadas por funcionarios agobiados, pero no por testigos que irradian el aliento y vida de su Maestro.
 
 
 

sábado, 9 de julio de 2016

“Déjate de rodeos, mira hacia abajo, bájate de la burra y sirve al herido…“

Lectura del Santo Evangelio según san Lucas (10,25-37)

En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?»
Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»
Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.»
Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.»
Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?»
Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él, y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta.” ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?»
Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.»
Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo.»
 
Palabra del Señor
 
 
 
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Lc 10,25-37

HAZ TÚ LO MISMO

Para no salir malparado de una conversación con Jesús, un maestro de la ley termina preguntándole: «Y ¿quién es mi prójimo?». Es la pregunta de quien solo se preocupa de cumplir la ley. Le interesa saber a quién debe amar y a quién puede excluir de su amor. No piensa en los sufrimientos de la gente.
 
Jesús, que vive aliviando el sufrimiento de quienes encuentra en su camino, rompiendo si hace falta la ley del sábado o las normas de pureza, le responde con un relato que denuncia de manera provocativa todo legalismo religioso que ignore el amor al necesitado.
 
En el camino que baja de Jerusalén a Jericó, un hombre ha sido asaltado por unos bandidos. Agredido y despojado de todo, queda en la cuneta medio muerto, abandonado a su suerte. No sabemos quién es, solo que es un «hombre». Podría ser cualquiera de nosotros. Cualquier ser humano abatido por la violencia, la enfermedad, la desgracia o la desesperanza.
 
«Por casualidad» aparece por el camino un sacerdote. El texto indica que es por azar, como si nada tuviera que ver allí un hombre dedicado al culto. Lo suyo no es bajar hasta los heridos que están en las cunetas. Su lugar es el templo. Su ocupación, las celebraciones sagradas. Cuando llega a la altura del herido, «lo ve, da un rodeo y pasa de largo».
 
Su falta de compasión no es solo una reacción personal, pues también un levita del templo que pasa junto al herido «hace lo mismo». Es más bien una actitud y un peligro que acecha a quienes se dedican al mundo de lo sagrado: vivir lejos del mundo real donde la gente lucha, trabaja y sufre.
Cuando la religión no está centrada en un Dios, Amigo de la vida y Padre de los que sufren, el culto sagrado puede convertirse en una experiencia que distancia de la vida profana, preserva del contacto directo con el sufrimiento de las gentes y nos hace caminar sin reaccionar ante los heridos que vemos en las cunetas. Según Jesús, no son los hombres del culto los que mejor nos pueden indicar cómo hemos de tratar a los que sufren, sino las personas que tienen corazón.
 
Por el camino llega un samaritano. No viene del templo. No pertenece siquiera al pueblo elegido de Israel. Vive dedicado a algo tan poco sagrado como su pequeño negocio de comerciante. Pero, cuando ve al herido, no se pregunta si es prójimo o no. Se conmueve y hace por él todo lo que puede. Es a este a quien hemos de imitar. Así dice Jesús al legista: «Vete y haz tú lo mismo». ¿A quién imitaremos al encontrarnos en nuestro camino con las víctimas más golpeadas por la crisis económica de nuestros días?

sábado, 2 de julio de 2016

“Id a llenar los corazones“

Lectura del Santo Evangelio según san Lucas (10,1-20)

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa.” Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: “Está cerca de vosotros el reino de Dios.” Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: “Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios.” Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo.»
Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.»
Él les contestó: «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.»
 
Palabra del Señor
 
 
 
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Lc 10,1-20

PORTADORES DEL EVANGELIO

Lucas recoge en su evangelio un importante discurso de Jesús, dirigido no a los Doce sino a otro grupo numeroso de discípulos a los que envía para que colaboren con él en su proyecto del reino de Dios. Las palabras de Jesús constituyen una especie de carta fundacional donde sus seguidores han de alimentar su tarea evangelizadora. Subrayo algunas líneas maestras.
 
«Poneos en camino»
Aunque lo olvidamos una y otra vez, la Iglesia está marcada por el envío de Jesús. Por eso es peligroso concebirla como una institución fundada para cuidar y desarrollar su propia religión. Responde mejor al deseo original de Jesús la imagen de un movimiento profético que camina por la historia según la lógica del envío: saliendo de sí misma, pensando en los demás, sirviendo al mundo la Buena Noticia de Dios. «La Iglesia no está ahí para ella misma, sino para la humanidad»(Benedicto XVI).
Por eso es hoy tan peligrosa la tentación de replegarnos sobre nuestros propios intereses, nuestro pasado, nuestras adquisiciones doctrinales, nuestras prácticas y costumbres. Más todavía, si lo hacemos endureciendo nuestra relación con el mundo. ¿Qué es una Iglesia rígida, anquilosada, encerrada en sí misma, sin profetas de Jesús ni portadores del Evangelio?
 
«Cuando entréis en un pueblo… curad a los enfermos y decid: está cerca de vosotros el reino de Dios»
Esta es la gran noticia: Dios está cerca de nosotros animándonos a hacer más humana la vida. Pero no basta afirmar una verdad para que sea atractiva y deseable. Es necesario revisar nuestra actuación: ¿qué es lo que puede llevar hoy a las personas hacia el Evangelio?, ¿cómo pueden captar a Dios como algo nuevo y bueno?
Seguramente, nos falta amor al mundo actual y no sabemos llegar al corazón del hombre y la mujer de hoy. No basta predicar sermones desde el altar. Hemos de aprender a escuchar más, acoger, curar la vida de los que sufren… solo así encontraremos palabras humildes y buenas que acerquen a ese Jesús cuya ternura insondable nos pone en contacto con Dios, el Padre Bueno de todos.
 
«Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa»
La Buena Noticia de Jesús se comunica con respeto total, desde una actitud amistosa y fraterna, contagiando paz. Es un error pretender imponerla desde la superioridad, la amenaza o el resentimiento. Es antievangélico tratar sin amor a las personas solo porque no aceptan nuestro mensaje. Pero ¿cómo lo aceptarán si no se sienten comprendidos por quienes nos presentamos en nombre de Jesús?

miércoles, 29 de junio de 2016

Hay momentos...


Hay momentos en la vida, en los que extrañas tanto a alguien, que quisieras sacarle de tus sueños y abrazarle.
Sueña lo que tú quieras soñar;
Ve a donde tú quieras ir;
Sé lo que tú quieras ser,
Porque sólo tienes una vida y una oportunidad, para hacer todas las cosas que quieres hacer.
Que tengas…
suficiente felicidad para que seas dulce,
suficientes pruebas, para que seas fuerte,
suficiente dolor, para que sigas siendo un ser humano,
suficiente esperanza, para que seas feliz.
Siempre ponte en el lugar de los demás.
Si te duele, muy probablemente le duela también a la otra persona
La gente más feliz, no necesariamente tiene lo mejor de todo;
simplemente disfrutan al máximo de todo lo que está en su camino.
La felicidad aguarda a quienes lloran,
a quienes sufren,
a quienes han buscado,
a quienes se han esforzado,
Porque sólo esas personas pueden apreciar la importancia de quienes han dejado huella en sus vidas.
El amor nace con una sonrisa, crece con un beso, y acaba con una lágrima.
El futuro más brillante siempre se basará en un pasado que se olvida, porque no te irá bien en la vida, hasta que dejes atrás tus fracasos y tus penas.
Cuando naciste, estabas llorando, y todos a tu alrededor estaban sonriendo.
Vive tu vida de manera que cuando llegue la hora de tu muerte, tú estés sonriendo y los que te rodeen estén llorando.

lunes, 27 de junio de 2016

Un corazón para amar


Señor, nos diste un corazón para amar,
una inteligencia para entendernos,
unas manos para extenderlas y dárnoslas.
Y nosotros hemos fabricado
la cultura del odio y de la violencia.

Danos hombres y mujeres con corazón nuevo,
para crear una cultura nueva,
la del amor.
Felices quienes se resistan
a empuñar armas para matar,
a fabricar bombas para destruir,
a crear ejércitos para hacer guerras siempre absurdas,
que a veces incluso denominamos justas.

Felices, Señor, quienes no responden
a la violencia con más violencia,
al insulto con el salivazo,
a la provocación con la agresión,
a la bofetada en la mejilla,
ofreciendo la otra al beso reconciliador.

Señor, que no conozcamos más violencia
que la del amor lleno a rebosar,
el cumplimiento de la justicia,
la concordia ofrecida y compartida.
La violencia suficiente para hacer llegar
tu Reino con urgencia
para que surja el cielo nuevo y la tierra nueva,
dónde no tenga lugar la muerte,
los hombres y mujeres violados,
los campos de amapolas rojas
convertidos en campos de batalla.

Señor, que comprendamos
que el armamentismo, el odio,
la injusticia, la mentira,
son las armas de los débiles,
y el amor, la verdad,
la justicia y la no violencia,
son armas de los fuertes.

No queremos humillar al adversario
con la victoria,
sólo te pedimos que los pobres,
humillados y oprimidos,
recobren su dignidad y sus derechos
sin que se manche de sangre nuestra tierra.

Señor, queremos heredar
una tierra de paz y no violencia.

sábado, 25 de junio de 2016

“Dejar todo lo tuyo para tenerlo todo… siendo suyo“

Lectura del Santo Evangelio según san Lucas (9, 51-62)

Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: «Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?»
Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea. Mientras iban de camino, le dijo uno: «Te seguiré adonde vayas.»
Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.»
A otro le dijo: «Sígueme.»
Él respondió: «Déjame primero ir a enterrar a mi padre.»
Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.»
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.»
Jesús le contestó: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.»
 
Palabra del Señor
 
 
 
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Lc 9, 51-62

SIN INSTALARSE NI MIRAR ATRÁS

Seguir a Jesús es el corazón de la vida cristiana. Lo esencial. Nada hay más importante o decisivo. Precisamente por eso, Lucas describe tres pequeñas escenas para que las comunidades que lean su evangelio, tomen conciencia de que, a los ojos de Jesús, nada puede haber más urgente e inaplazable.
Jesús emplea imágenes duras y escandalosas. Se ve que quiere sacudir las conciencias. No busca más seguidores, sino seguidores más comprometidos, que le sigan sin reservas, renunciando a falsas seguridades y asumiendo las rupturas necesarias. Sus palabras plantean en el fondo una sola cuestión: ¿Qué relación queremos establecer con él quienes nos decimos seguidores suyos?
 
Primera escena
Uno de los que le acompañan se siente tan atraído por Jesús que, antes de que lo llame, él mismo toma la iniciativa: «Te seguiré adonde vayas». Jesús le hace tomar conciencia de lo que está diciendo: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros nido», pero él «no tiene dónde reclinar su cabeza».
Seguir a Jesús es toda una aventura. Él no ofrece a los suyos seguridad o bienestar. No ayuda a ganar dinero o adquirir poder. Seguir a Jesús es «vivir de camino», sin instalarnos en el bienestar y sin buscar un falso refugio en la religión. Una Iglesia menos poderosa y más vulnerable no es una desgracia. Es lo mejor que nos puede suceder para purificar nuestra fe y confiar más en Jesús.
 
Segunda escena
Otro está dispuesto a seguirle, pero le pide cumplir primero con la obligación sagrada de «enterrar a su padre». A ningún judío puede extrañar, pues se trata de una de las obligaciones religiosas más importantes. La respuesta de Jesús es desconcertante: «Deja que los muertos entierren a sus muertos: tú vete a anunciar el reino de Dios».
Abrir caminos al reino de Dios trabajando por una vida más humana es siempre la tarea más urgente. Nada ha de retrasar nuestra decisión. Nadie nos ha de retener o frenar. Los «muertos», que no viven al servicio del reino de la vida, ya se dedicarán a otras obligaciones religiosas menos apremiantes que el reino de Dios y su justicia.
 
Tercera escena
A un tercero que quiere despedir a su familia antes de seguirlo, Jesús le dice: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios». No es posible seguir a Jesús mirando hacia atrás. No es posible abrir caminos al reino de Dios quedándonos en el pasado. Trabajar en el proyecto del Padre pide dedicación total, confianza en el futuro de Dios y audacia para caminar tras los pasos de Jesús.
 

viernes, 24 de junio de 2016

Gastar la vida


Jesucristo ha dicho: “Quién quiera economizar su vida, la perderá;
y quién la gaste por Mí, la recobrará en la vida eterna”.

Pero a nosotros nos da miedo gastar la vida, entregarla sin reservas.
Un terrible instinto de conservación nos lleva hacia el egoísmo,
y nos atenaza cuando queremos jugarnos la vida.

Tenemos seguros por todas partes para evitar los riesgos.
Y sobre todo está la cobardía...
Señor Jesucristo, nos da miedo gastar la vida.
Pero la vida Tú nos la has dado para gastarla;
no se la puede economizar en estéril egoísmo.

Gastar la vida es trabajar por los demás, aunque no paguen;
hacer un favor al que no lo va a devolver;
gastar la vida es lanzarse aun al fracaso, si hace falta,
sin falsas prudencias; es quemar las naves en bien del prójimo.
Somos antorchas que sólo tenemos sentido cuando nos quemamos;
sólo entonces seremos luz.

Líbranos de la prudencia cobarde,
la que nos hace evitar el sacrificio y buscar la seguridad.
Gastar la vida no se hace con gestos ampulosos y falsa teatralidad.
La vida se da sencillamente, sin publicidad,
como el agua de la vertiente, como la madre da cl pecho a su bebé,
como el sudor humilde del sembrador.

Entrénanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible,
porque detrás de lo imposible está tu gracia y tu presencia;
no podemos caer en el vacío.

El futuro es un enigma,
nuestro camino se interna en la niebla;
pero queremos seguir dándonos,
porque Tú estás esperando en la noche,
con mil ojos humanos rebosando lágrimas.

miércoles, 22 de junio de 2016

Compartiendo vida... El mejor corredor


 


El mejor corredor no es la persona incansable que no se resiente por nada,
no es aquel que tarda menos tiempo en llegar.
No es aquel que olvida a sus compañeros de carrera,
tampoco es el más robusto y fuerte físicamente.

El mejor corredor es aquel que sencillamente... corre,
con lo que puede, con lo que tiene y es;
aquel que tiene un objetivo concreto de llegada.
Aquel para quien la meta se hace motivo de sus sueños e ideales.

El mejor corredor no es el que no se cansa
ni el que llega el primero. Sino el que sencillamente... corre.

Tú eres el mejor corredor de tu propia vida,
tú el que sueñas con esa meta cargada de ilusiones y generosidad.
Eres fuerte, valiente, tenaz y constante y... llegarás a la meta.

Recuerda que no vas solo en la carrera,
que otros como tú tenemos sueños e ideales que compartir contigo.
Que a pesar de nuestras fuerzas físicas-psíquicas...
por encima de ellas se encuentra Aquel que todo lo puede.
Y aquel que todo lo puede... corre a nuestro lado.

Corre, no te ancles, si no puedes ir deprisa... ve despacio, a tu ritmo.
Nadie te pide que llegues a la meta ahora mismo,
ni en unas condiciones concretas.

Tú quieres y yo quiero que corras, sencillamente... correr.

No vas solo, muchos corremos a tu lado,
refresca tu sed con el alivio y consuelo de Dios.
Descansa cuando sientas que tienes menos fuerzas pero...

... no dejes de correr.

domingo, 19 de junio de 2016

Desde la raíz



Buscamos volver a nuestro origen, Señor, tocar la raíz de nuestra vida,
el manantial de aguas puras que nos alimenta,
y beber de Ti, como la samaritana,
y volver a los demás saltando de gozo y esperanza.

Queremos hacer de nuevo la experiencia de tu amor inquebrantable,
de que nuestra vida tiene su origen
y su aliento permanente en Ti, Vida de toda vida.
Queremos bajar al fondo de nuestro ser
y encontrarnos Contigo, con nosotros mismos y con los demás.

Descubriremos allí, que más allá de nuestros límites
y nuestras fragilidades, tu presencia nos habita.
Que necesitamos abrazar nuestra historia, nuestra vida
y experimentarla como barro en tus manos,
en manos del alfarero que busca dar forma a la tierra en beso con el agua.
Dejaremos que se vayan los recuerdos heridos, pegados a la memoria
y los miedos futuros danzando en la fantasía.

Queremos renacer cada día desde el centro de nuestra interioridad
para abrirnos desde allí a la vida,
Tú quieres, Señor, que seamos personas que empiezan cada día,
que saben caer con humildad y levantarse con la dignidad de ser tus hijos,
personas haciéndose nuevas que caminan juntos.

Que sintamos, Señor, la presencia del hermano al lado,
también modelando nuestro barro,
construyéndonos juntos y forjando contigo el presente y el futuro.
Que así sea!

sábado, 18 de junio de 2016

“Jesús es la respuesta a tantas preguntas“

Lectura del Santo Evangelio según san Lucas (9,18-24)

Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Pedro tomó la palabra y dijo: «El Mesías de Dios.»
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»
Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.»
 
Palabra del Señor
 
 
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Lc, 9,18-24

¿CREEMOS EN JESÚS?

Las primeras generaciones cristianas conservaron el recuerdo de este episodio evangélico como un relato de importancia vital para los seguidores de Jesús. Su intuición era certera. Sabían que la Iglesia de Jesús debería escuchar una y otra vez la pregunta que un día hizo Jesús a sus discípulos en las cercanías de Cesárea de Filipo: «Vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
 
Si en las comunidades cristianas dejamos apagar nuestra fe en Jesús, perderemos nuestra identidad. No acertaremos a vivir con audacia creadora la misión que Jesús nos confió; no nos atreveremos a enfrentarnos al momento actual, abiertos a la novedad de su Espíritu; nos asfixiaremos en nuestra mediocridad.
 
No son tiempos fáciles los nuestros. Si no volvemos a Jesús con más verdad y fidelidad, la desorientación nos irá paralizando; nuestras grandes palabras seguirán perdiendo credibilidad. Jesús es la clave, el fundamento y la fuente de todo lo que somos, decimos y hacemos. ¿Quién es hoy Jesús para los cristianos?
 
Nosotros confesamos, como Pedro, que Jesús es el «Mesías de Dios», el Enviado del Padre. Es cierto: Dios ha amado tanto al mundo que nos ha regalado a Jesús. ¿Sabemos los cristianos acoger, cuidar, disfrutar y celebrar este gran regalo de Dios? ¿Es Jesús el centro de nuestras celebraciones, encuentros y reuniones?
 
Lo confesamos también «Hijo de Dios». Él nos puede enseñar a conocer mejor a Dios, a confiar más en su bondad de Padre, a escuchar con más fe su llamada a construir un mundo más fraterno y justo para todos. ¿Estamos descubriendo en nuestras comunidades el verdadero rostro de Dios encarnado en Jesús? ¿Sabemos anunciarlo y comunicarlo como una gran noticia para todos?
 
Llamamos a Jesús «Salvador» porque tiene fuerza para humanizar nuestras vidas, liberar nuestras personas y encaminar la historia humana hacia su verdadera y definitiva salvación. ¿Es esta la esperanza que se respira entre nosotros? ¿Es esta la paz que se contagia desde nuestras comunidades?
Confesamos a Jesús como nuestro único «Señor». No queremos tener otros señores ni someternos a ídolos falsos. Pero ¿ocupa Jesús realmente el centro de nuestras vidas? ¿Le damos primacía absoluta en nuestras comunidades? ¿Lo ponemos por encima de todo y de todos? ¿Somos de Jesús? ¿Es él quien nos anima y hace vivir?
 
La gran tarea de los cristianos es hoy aunar fuerzas y abrir caminos para reafirmar mucho más la centralidad de Jesús en su Iglesia. Todo lo demás viene después.

sábado, 11 de junio de 2016

“Me perdonas mucho, me quieres mucho, me alegras mucho…Gracias“

Lectura del Santo Evangelio según san Lucas (7,36–8,3)

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.»
Jesús tomó la palabra y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte.»
Él respondió: «Dímelo, maestro.»
Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?»
Simón contestó: «Supongo que aquel a quien le perdonó más.»
Jesús le dijo: «Has juzgado rectamente.»
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.»
Y a ella le dijo: «Tus pecados están perdonados.»
Los demás convidados empezaron a decir entre sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?»
Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz.»
Después de esto iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.
 
Palabra del Señor
 
 
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Lc, 7,36–8,3

NO APARTAR A NADIE DE JESÚS

Según el relato de Lucas, un fariseo llamado Simón está muy interesado en invitar a Jesús a su mesa. Probablemente, quiere aprovechar la comida para debatir algunas cuestiones con aquel galileo, que está adquiriendo fama de profeta entre la gente. Jesús acepta la invitación: a todos ha de llegar la Buena Noticia de Dios.
 
Durante el banquete sucede algo que Simón no ha previsto.Una prostituta de la localidad interrumpe la sobremesa, se echa a los pies de Jesús y rompe a llorar. No sabe cómo agradecerle el amor que muestra hacia quienes, como ella, viven marcadas por el desprecio general. Ante la sorpresa de todos, besa una y otra vez los pies de Jesús y los unge con un perfume precioso.
 
Simón contempla horrorizado la escena. ¡Una mujer pecadora tocando a Jesús en su propia casa! No lo puede soportar: aquel hombre es un inconsciente, no un profeta de Dios. A aquella mujer impura habría que apartarla rápidamente de Jesús.
 
Sin embargo, Jesús se deja tocar y querer por la mujer. Ella le necesita más que nadie. Con ternura especial le ofrece el perdón de Dios, luego la invita a descubrir dentro de su corazón una fe humilde que la está salvando. Jesús solo le desea que viva en paz: «Tus pecados te son perdonados… Tu fe te ha salvado. Vete en paz».
 
Los evangelios destacan la acogida y comprensión de Jesús a los sectores más excluidos por casi todos de la bendición de Dios: prostitutas, recaudadores, leprosos… Su mensaje es escandaloso: los despreciados por los hombres más religiosos tienen un lugar privilegiado en el corazón de Dios. La razón es solo una: son los más necesitados de acogida, dignidad y amor.
 
Algún día tendremos que revisar, a la luz de este comportamiento de Jesús, cuál es nuestra actitud en las comunidades cristianas ante ciertos colectivos como las mujeres que viven de la prostitución o los homosexuales y lesbianas cuyos problemas, sufrimientos y luchas preferimos casi siempre ignorar y silenciar en el seno de la Iglesia, como si para nosotros no existieran.
 
No son pocas las preguntas que nos podemos hacer:
¿Dónde pueden encontrar entre nosotros una acogida parecida a la de Jesús?
¿A quién le pueden escuchar una palabra que les hable de Dios como hablaba él?
¿Qué ayuda pueden encontrar entre nosotros para vivir su condición sexual desde una actitud responsable y creyente?
¿Con quiénes pueden compartir su fe en Jesús con paz y dignidad?
¿Quién es capaz de intuir el amor insondable de Dios a los olvidados por todas las religiones?

sábado, 4 de junio de 2016

“Jesús me lleva de la muerte a la vida“

Lectura del Santo Evangelio según san Lucas (7,11-17)

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: «No llores.» Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!» El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.» La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.
 
Palabra del Señor
 
 
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Lc, 7,11-17

EL SUFRIMIENTO HA DE SER TOMADO EN SERIO

Al narrar la última Cena de Jesús con sus discípulos, las primeras generaciones cristianas recordaban el deseo expresado de manera solemne por su Maestro: «Haced esto en memoria mía». Así lo recogen el evangelista Lucas y Pablo, el evangelizador de los gentiles. Desde su origen, la Cena del Señor ha sido celebrada por los cristianos para hacer memoria de Jesús, actualizar su presencia viva en medio de nosotros y alimentar nuestra fe en él, en su mensaje y en su vida entregada por nosotros hasta la muerte. Recordemos cuatro momentos significativos en la estructura actual de la misa. Los hemos de vivir desde dentro y en comunidad.
 
La escucha del Evangelio
Hacemos memoria de Jesús cuando escuchamos en los evangelios el relato de su vida y su mensaje. Los evangelios han sido escritos, precisamente, para guardar el recuerdo de Jesús alimentando así la fe y el seguimiento de sus discípulos. Del relato evangélico no aprendemos doctrina sino, sobre todo, la manera de ser y de actuar de Jesús, que ha de inspirar y modelar nuestra vida. Por eso, lo hemos de escuchar en actitud de discípulos que quieren aprender a pensar, sentir, amar y vivir como él.
 
La memoria de la Cena
Hacemos memoria de la acción salvadora de Jesús escuchando con fe sus palabras: «Esto es mi cuerpo. Vedme en estos trozos de pan entregándome por vosotros hasta la muerte… Este es el cáliz de mi sangre. La he derramado para el perdón de vuestros pecados. Así me recordaréis siempre. Os he amado hasta el extremo». En este momento confesamos nuestra fe en Jesucristo haciendo una síntesis del misterio de nuestra salvación: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor Jesús». Nos sentimos salvados por Cristo, nuestro Señor.

La oración de Jesús
Antes de comulgar, pronunciamos la oración que nos enseñó Jesús. Primero, nos identificamos con los tres grandes deseos que llevaba en su corazón: el respeto absoluto a Dios, la venida de su reino de justicia y el cumplimiento de su voluntad de Padre. Luego, con sus cuatro peticiones al Padre: pan para todos, perdón y misericordia, superación de la tentación y liberación de todo mal.

 La comunión con Jesús
Nos acercamos como pobres, con la mano tendida; tomamos el Pan de la vida; comulgamos haciendo un acto de fe; acogemos en silencio a Jesús en nuestro corazón y en nuestra vida: «Señor, quiero comulgar contigo, seguir tus pasos, vivir animado con tu espíritu y colaborar en tu proyecto de hacer un mundo más humano».

sábado, 28 de mayo de 2016

“Jesús une sagrario y pobres, alimento y servicio, entrega y misión“

Lectura del Santo Evangelio según san Lucas (9,11b-17)

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban.
Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado.»
Él les contestó: «Dadles vosotros de comer.»
Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.» Porque eran unos cinco mil hombres.
Jesús dijo a sus discípulos: «Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.»
Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.
 
Palabra del Señor


Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Lc, 9-11b-17

HACER MEMORIA DE JESÚS

Al narrar la última Cena de Jesús con sus discípulos, las primeras generaciones cristianas recordaban el deseo expresado de manera solemne por su Maestro: «Haced esto en memoria mía». Así lo recogen el evangelista Lucas y Pablo, el evangelizador de los gentiles. Desde su origen, la Cena del Señor ha sido celebrada por los cristianos para hacer memoria de Jesús, actualizar su presencia viva en medio de nosotros y alimentar nuestra fe en él, en su mensaje y en su vida entregada por nosotros hasta la muerte. Recordemos cuatro momentos significativos en la estructura actual de la misa. Los hemos de vivir desde dentro y en comunidad.
 
La escucha del Evangelio
 
Hacemos memoria de Jesús cuando escuchamos en los evangelios el relato de su vida y su mensaje. Los evangelios han sido escritos, precisamente, para guardar el recuerdo de Jesús alimentando así la fe y el seguimiento de sus discípulos. Del relato evangélico no aprendemos doctrina sino, sobre todo, la manera de ser y de actuar de Jesús, que ha de inspirar y modelar nuestra vida. Por eso, lo hemos de escuchar en actitud de discípulos que quieren aprender a pensar, sentir, amar y vivir como él.
 
La memoria de la Cena
 
Hacemos memoria de la acción salvadora de Jesús escuchando con fe sus palabras: «Esto es mi cuerpo. Vedme en estos trozos de pan entregándome por vosotros hasta la muerte… Este es el cáliz de mi sangre. La he derramado para el perdón de vuestros pecados. Así me recordaréis siempre. Os he amado hasta el extremo». En este momento confesamos nuestra fe en Jesucristo haciendo una síntesis del misterio de nuestra salvación: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor Jesús». Nos sentimos salvados por Cristo, nuestro Señor.

La oración de Jesús
 
Antes de comulgar, pronunciamos la oración que nos enseñó Jesús. Primero, nos identificamos con los tres grandes deseos que llevaba en su corazón: el respeto absoluto a Dios, la venida de su reino de justicia y el cumplimiento de su voluntad de Padre. Luego, con sus cuatro peticiones al Padre: pan para todos, perdón y misericordia, superación de la tentación y liberación de todo mal.
La comunión con Jesús
Nos acercamos como pobres, con la mano tendida; tomamos el Pan de la vida; comulgamos haciendo un acto de fe; acogemos en silencio a Jesús en nuestro corazón y en nuestra vida: «Señor, quiero comulgar contigo, seguir tus pasos, vivir animado con tu espíritu y colaborar en tu proyecto de hacer un mundo más humano».

sábado, 21 de mayo de 2016

“Dios trinidad, Dios 3D“

Lectura del Santo Evangelio según san Juan (16,12-15)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.
Palabra del Señor

 
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Jn, 16,12-15



ABRIRNOS AL MISTERIO

A lo largo de los siglos, los teólogos han realizado un gran esfuerzo por acercarse al misterio de Dios formulando con diferentes construcciones conceptuales las relaciones que vinculan y diferencian a las personas divinas en el seno de la Trinidad. Esfuerzo, sin duda, legítimo, nacido del amor y el deseo de Dios.
 
Jesús, sin embargo, no sigue ese camino. Desde su propia experiencia de Dios, invita a sus seguidores a relacionarse de manera confiada con Dios Padre, a seguir fielmente sus pasos de Hijo de Dios encarnado, y a dejarnos guiar y alentar por el Espíritu Santo. Nos enseña así a abrirnos al misterio santo de Dios.
 
Antes que nada, Jesús invita a sus seguidores a vivir como hijos e hijas de un Dios cercano, bueno y entrañable, al que todos podemos invocar como Padre querido. Lo que caracteriza a este Padre no es su poder y su fuerza, sino su bondad y su compasión infinita. Nadie está solo. Todos tenemos un Dios Padre que nos comprende, nos quiere y nos perdona como nadie.
 
Jesús nos descubre que este Padre tiene un proyecto nacido de su corazón: construir con todos sus hijos e hijas un mundo más humano y fraterno, más justo y solidario. Jesús lo llama «reino de Dios» e invita a todos a entrar en ese proyecto del Padre buscando una vida más justa y digna para todos empezando por sus hijos más pobres, indefensos y necesitados.
 
Al mismo tiempo, Jesús invita a sus seguidores a que confíen también en él: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también en mí». Él es el Hijo de Dios, imagen viva de su Padre. Sus palabras y sus gestos nos descubren cómo nos quiere el Padre de todos. Por eso, invita a todos a seguirlo. Él nos enseñará a vivir con confianza y docilidad al servicio del proyecto del Padre.
 
Con su grupo de seguidores, Jesús quiere formar una familia nueva donde todos busquen «cumplir la voluntad del Padre». Esta es la herencia que quiere dejar en la tierra: un movimiento de hermanos y hermanas al servicio de los más pequeños y desvalidos. Esa familia será símbolo y germen del nuevo mundo querido por el Padre.
 
Para esto necesitan acoger al Espíritu que alienta al Padre y a su Hijo Jesús: «Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros y así seréis mis testigos». Este Espíritu es el amor de Dios, el aliento que comparten el Padre y su Hijo Jesús, la fuerza, el impulso y la energía vital que hará de los seguidores de Jesús sus testigos y colaboradores al servicio del gran proyecto de la Trinidad santa.

domingo, 15 de mayo de 2016

sábado, 14 de mayo de 2016

“Cuando acoges al Espíritu…VES“

Pentecostés – Ciclo C
Domingo 15 de Mayo de 2016

Lectura del Santo Evangelio según san Juan (20,19-23)
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
 
Palabra del Señor

Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Jn, 20,19-23

INVOCACIÓN

Ven, Espíritu Creador, e infunde en nosotros la fuerza y el aliento de Jesús. Sin tu impulso y tu gracia, no acertaremos a creer en él; no nos atreveremos a seguir sus pasos; la Iglesia no se renovará; nuestra esperanza se apagará. ¡Ven y contágianos el aliento vital de Jesús!
 
Ven, Espíritu Santo, y recuérdanos las palabras buenas que decía Jesús. Sin tu luz y tu testimonio sobre él, iremos olvidando el rostro bueno de Dios; el Evangelio se convertirá en letra muerta; la Iglesia no podrá anunciar ninguna noticia buena. ¡Ven y enséñanos a escuchar solo a Jesús!
 
Ven, Espíritu de la Verdad, y haznos caminar en la verdad de Jesús. Sin tu luz y tu guía, nunca nos liberaremos de nuestros errores y mentiras; nada nuevo y verdadero nacerá entre nosotros; seremos como ciegos que pretenden guiar a otros ciegos. ¡Ven y conviértenos en discípulos y testigos de Jesús!
 
Ven, Espíritu del Padre, y enséñanos a gritar a Dios «Abba» como lo hacía Jesús. Sin tu calor y tu alegría, viviremos como huérfanos que han perdido a su Padre; invocaremos a Dios con los labios, pero no con el corazón; nuestras plegarias serán palabras vacías. ¡Ven y enséñanos a orar con las palabras y el corazón de Jesús!
 
Ven, Espíritu Bueno, y conviértenos al proyecto del «reino de Dios» inaugurado por Jesús. Sin tu fuerza renovadora, nadie convertirá nuestro corazón cansado; no tendremos audacia para construir un mundo más humano, según los deseos de Dios; en tu Iglesia los últimos nunca serán los primeros; y nosotros seguiremos adormecidos en nuestra religión burguesa. ¡Ven y haznos colaboradores del proyecto de Jesús!
 
Ven, Espíritu de Amor, y enséñanos a amarnos unos a otros con el amor con que Jesús amaba. Sin tu presencia viva entre nosotros, la comunión de la Iglesia se resquebrajará; la jerarquía y el pueblo se irán distanciando siempre más; crecerán las divisiones, se apagará el diálogo y aumentará la intolerancia. ¡Ven y aviva en nuestro corazón y nuestras manos el amor fraterno que nos hace parecernos a Jesús!
 
Ven, Espíritu Liberador, y recuérdanos que para ser libres nos liberó Cristo y no para dejarnos oprimir de nuevo por la esclavitud. Sin tu fuerza y tu verdad, nuestro seguimiento gozoso a Jesús se convertirá en moral de esclavos; no conoceremos el amor que da vida, sino nuestros egoísmos que la matan; se apagará en nosotros la libertad que hace crecer a los hijos e hijas de Dios y seremos, una y otra vez, víctimas de miedos, cobardías y fanatismos. ¡Ven, Espíritu Santo, y contágianos la libertad de Jesús!

sábado, 7 de mayo de 2016

“Somos testigos de un encuentro con Jesús… ¡¡¡ANUNCIÉMOSLO!!!“

La Ascensión del Señor – Ciclo C
Domingo 8 de Mayo de 2016

Lectura del Santo Evangelio según san Juan (24,46-53)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.»
Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
 
Palabra del Señor



Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Jn, 24,46-53

CRECIMIENTO Y CREATIVIDAD

Los evangelios nos ofrecen diversas claves para entender cómo comenzaron su andadura histórica las primeras comunidades cristianas sin la presencia de Jesús al frente de sus seguidores. Tal vez, no fue todo tan sencillo como a veces lo imaginamos. ¿Cómo entendieron y vivieron su relación con él, una vez desaparecido de la tierra?
 
Mateo no dice una palabra de su ascensión al cielo. Termina su evangelio con una escena de despedida en una montaña de Galilea en la que Jesús les hace esta solemne promesa: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». Los discípulos no han de sentir su ausencia. Jesús estará siempre con ellos. Pero ¿cómo?
 
Lucas ofrece una visión diferente. En la escena final de su evangelio, Jesús «se separa de ellos subiendo hacia el cielo». Los discípulos tienen que aceptar con todo realismo la separación: Jesús vive ya en el misterio de Dios. Pero sube al Padre «bendiciendo» a los suyos. Sus seguidores comienzan su andadura protegidos por aquella bendición con la que Jesús curaba a los enfermos, perdonaba a los pecadores y acariciaba a los pequeños.
 
El evangelista Juan pone en boca de Jesús unas palabras que proponen otra clave. Al despedirse de los suyos, Jesús les dice: «Yo me voy al Padre y vosotros estáis tristes… Sin embargo, os conviene que yo me vaya para que recibáis el Espíritu Santo». La tristeza de los discípulos es explicable. Desean la seguridad que les da tener a Jesús siempre junto a ellos. Es la tentación de vivir de manera infantil bajo la protección del Maestro.
 
La respuesta de Jesús muestra una sabia pedagogía. Su ausencia hará crecer la madurez de sus seguidores. Les deja la impronta de su Espíritu. Será él quien, en su ausencia, promoverá el crecimiento responsable y adulto de los suyos. Es bueno recordarlo en unos tiempos en que parece crecer entre nosotros el miedo a la creatividad, la tentación del inmovilismo o la nostalgia por un cristianismo pensado para otros tiempos y otra cultura.
 
Los cristianos hemos caído más de una vez a lo largo de la historia en la tentación de vivir el seguimiento a Jesús de manera infantil. La fiesta de la Ascensión del Señor nos recuerda que, terminada la presencia histórica de Jesús, vivimos «el tiempo del Espíritu», tiempo de creatividad y de crecimiento responsable.
 
El Espíritu no proporciona a los seguidores de Jesús «recetas eternas». Nos da luz y aliento para ir buscando caminos siempre nuevos para reproducir hoy su actuación. Así nos conduce hacia la verdad completa de Jesús.

sábado, 30 de abril de 2016

“El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él“

Lectura del Santo Evangelio según san Juan (14,23-29)

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado.” Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.»
 
Palabra del Señor




Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Jn, 14,23-29

LA PAZ EN LA IGLESIA

En el evangelio de Juan podemos leer un conjunto de discursos en los que Jesús se va despidiendo de sus discípulos. Los comentaristas lo llaman «El Discurso de despedida». En él se respira una atmósfera muy especial: los discípulos tienen miedo a quedarse sin su Maestro; Jesús, por su parte, les insiste en que, a pesar de su partida, nunca sentirán su ausencia.
 
Hasta cinco veces les repite que podrán contar con «el Espíritu Santo». Él los defenderá, pues los mantendrá fieles a su mensaje y a su proyecto. Por eso lo llama «Espíritu de la verdad». En un momento determinado, Jesús les explica mejor cuál será su quehacer: «El Defensor, el Espíritu Santo… será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho». Este Espíritu será la memoria viva de Jesús.
 
El horizonte que ofrece a sus discípulos es grandioso. De Jesús nacerá un gran movimiento espiritual de discípulos y discípulas que le seguirán defendidos por el Espíritu Santo. Se mantendrán en su verdad, pues ese Espíritu les irá enseñando todo lo que Jesús les ha ido comunicando por los caminos de Galilea. Él los defenderá en el futuro de la turbación y de la cobardía.
 
Jesús desea que capten bien lo que significará para ellos el Espíritu de la verdad y Defensor de su comunidad: «Os estoy dejando la paz; os estoy dando la paz». No solo les desea la paz. Les regala su paz. Si viven guiados por el Espíritu, recordando y guardando sus palabras, conocerán la paz.
 
No es una paz cualquiera. Es su paz. Por eso les dice: «No os la doy yo como la da el mundo». La paz de Jesús no se construye con estrategias inspiradas en la mentira o en la injusticia, sino actuando con el Espíritu de la verdad. Han de reafirmarse en él: «Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde».
 
En estos tiempos difíciles de desprestigio y turbación que estamos sufriendo en la Iglesia, sería un grave error pretender defender nuestra credibilidad y autoridad moral actuando sin el Espíritu de la verdad prometido por Jesús. El miedo seguirá penetrando en el cristianismo si buscamos asentar nuestra seguridad y nuestra paz alejándonos del camino trazado por él.
 
Cuando en la Iglesia se pierde la paz, no es posible recuperarla de cualquier manera ni sirve cualquier estrategia. Con el corazón lleno de resentimiento y ceguera no es posible introducir la paz de Jesús. Es necesario convertirnos humildemente a su verdad, movilizar todas nuestras fuerzas para desandar caminos equivocados y dejarnos guiar por el Espíritu que animó la vida entera de Jesús.

sábado, 23 de abril de 2016




“Amor – Misericordia – Alegría“

Lectura del Santo Evangelio según san Juan (13,31-33a.34-35)

Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en si mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.»
 
Palabra del Señor
 
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Jn, 13,31-33a.34-35


NO PERDER LA IDENTIDAD

Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Dentro de muy poco, ya no lo tendrán con ellos. Jesús les habla con ternura especial: «Hijitos míos, me queda poco de estar con vosotros». La comunidad es pequeña y frágil. Acaba de nacer. Los discípulos son como niños pequeños. ¿Qué será de ellos si se quedan sin el Maestro?
 
Jesús les hace un regalo: «Os doy un mandato nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado». Si se quieren mutuamente con el amor con que Jesús los ha querido, no dejarán de sentirlo vivo en medio de ellos. El amor que han recibido de Jesús seguirá difundiéndose entre los suyos.
 
Por eso, Jesús añade: «La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros». Lo que permitirá descubrir que una comunidad que se dice cristiana es realmente de Jesús, no será la confesión de una doctrina, ni la observancia de unos ritos, ni el cumplimiento de una disciplina, sino el amor vivido con el espíritu de Jesús. En ese amor está su identidad.
 
Vivimos en una sociedad donde se ha ido imponiendo la «cultura del intercambio». Las personas se intercambian objetos, servicios y prestaciones. Con frecuencia, se intercambian además sentimientos, cuerpos y hasta amistad. Eric Fromm llegó a decir que «el amor es un fenómeno marginal en la sociedad contemporánea». La gente capaz de amar es una excepción.
 
Probablemente sea un análisis excesivamente pesimista, pero lo cierto es que, para vivir hoy el amor cristiano, es necesario resistirse a la atmósfera que envuelve a la sociedad actual. No es posible vivir un amor inspirado por Jesús sin distanciarse del estilo de relaciones e intercambios interesados que predomina con frecuencia entre nosotros.
 
Si la Iglesia «se está diluyendo» en medio de la sociedad contemporánea no es solo por la crisis profunda de las instituciones religiosas. En el caso del cristianismo es, también, porque muchas veces no es fácil ver en nuestras comunidades discípulos y discípulas de Jesús que se distingan por su capacidad de amar como amaba él. Nos falta el distintivo cristiano.
 
Los cristianos hemos hablado mucho del amor. Sin embargo, no siempre hemos acertado o nos hemos atrevido a darle su verdadero contenido a partir del espíritu y de las actitudes concretas de Jesús. Nos falta aprender que él vivió el amor como un comportamiento activo y creador que lo llevaba a una actitud de servicio y de lucha contra todo lo que deshumaniza y hace sufrir el ser humano.

jueves, 21 de abril de 2016