sábado, 8 de diciembre de 2018

Virgen Santa e Inmaculada, a Ti, que eres el orgullo de nuestro pueblo y el amparo maternal de nuestra vida, nos acogemos con confianza Renueva en nosotras el deseo de ser discípulas misioneras, que en nuestras palabras resplandezca la verdad, la justicia y la paz, que nuestras obras sean un canto de liberación, que en nuestra vida se refleje el esplendor del Evangelio. Eres toda belleza, María. En Ti se hizo carne la Palabra de Dios. Ayúdanos a estar siempre atentas a la voz del Señor: que no seamos sordas al grito de los pobres, que el sufrimiento de las y los oprimidos no nos encuentre distraídas, que ante la discriminación de tus hijas e hijos, no quedemos indiferentes, que amemos y respetemos siempre la vida humana. Eres toda belleza, María. En Ti vemos la alegría completa de la vida dichosa con Dios. Haz que nunca perdamos el rumbo en este mundo: que la luz de la fe ilumine nuestra vida, que la fuerza consoladora de la esperanza dirija nuestros pasos, que el ardor entusiasta del amor inflame nuestro corazón, que nuestros ojos estén fijos en el Señor, fuente de amor y de paz.

viernes, 7 de diciembre de 2018

Viernes I de Adviento

En aquel tiempo, al marcharse Jesús, le siguieron dos ciegos gritando: –Ten compasión de nosotros, Hijo de David. Al llegar a la casa se le acercaron dos ciegos y Jesús les dijo. –¿Creéis que puedo hacerlo? Contestaron: –Sí. Señor. Entonces les tocó los ojos diciendo: Que os suceda conforme a vuestra fe. Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente: –¡Cuidado con que lo sepa alguien! Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca (Mt 9, 27-31).


—¿Creéis que puedo hacerlo?

¿Cómo hubieran acudido a Ti, Señor, y cómo clamarían tanto, si no estuviesen persuadidos de tu poder? Van dando voces y apelan a tu misericordia. No dudan de tu maravilloso e incomparable poder.
Y, sin embargo, Tú insistes en que reflexionen sobre su propia fe y no se dejan llevar de un ambiente general de entusiasmo. Tú reclamas en ellos la confianza personal e ilimitada.
¿Por qué puedes Tú y no pueden los demás? ¿Por qué puedes Tú y por qué llegas Tú allí, donde todos fracasan y no tienen nada que hacer?
Tú quieres que esa fe se convierta en una confianza y en una entrega a tu Persona. Que vean con los ojos de su corazón antes de ver con los ojos del cuerpo. ¿Para qué me servirían los del cuerpo Señor y Dios mío, si no iluminases los ojos de mi corazón?
Sí Señor, yo quiero verte con el corazón, quiero acercarme a Ti con todas las ansias de mi corazón, aunque mis manos vayan tentando torpemente por los obstáculos de la vida.

jueves, 6 de diciembre de 2018

Jueves I de Adviento

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos –No todo el que me dice: «¡Señor, Señor!» entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa: pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cavó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente (Mt 7, 21. 24-27).


— Un hombre que edificó su casa sobre la roca.

Tú eres, Señor, la roca firmísima. El que edifica sobre Ti no temerá a los vientos, ni a las avalanchas de los ríos desbordados. El que edifica sobre la verdad de tu palabra, que no es como la palabra vana y voluble de los hombres.
Dichoso el que coloca los cimientos de su vida sobre lo que Tú has enseñado y cifra su esperanza en cuanto Tú has prometido.
Las contingencias de este mundo no podrán perturbar la serena seguridad de su espíritu. Y, si teme y vacila, señal es que no ha construido sobre tu palabra, sino sobre esperanzas humanas.
Dios mío, la experiencia ha venido a enseñarme cuántas veces se equivocan los hombres, por más sabios que sean y por grande que sea el crédito que se hayan conquistado por su ciencia o por su prudencia.
Por eso, es necio el que se fía ciegamente de las enseñanzas del hombre. Y más necio es el que se deja arrastrar por el corazón y confía ilimitadamente en la benevolencia o en el amor y promesas de la criatura.

Todo eso es arena movediza y Tú, Maestro sabio y bueno, me adviertes sobre qué roca he de fundamentar la fe y la esperanza de mi vida.

miércoles, 5 de diciembre de 2018

Miércoles I de Adviento


En aquel tiempo, Jesús se marchó de allí y, bordeando el lago de Galilea, subió al monte y se sentó en él. Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los echaban a sus pies y él los curaba. La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y dieron gloria al Dios de Israel. Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: –Me da lástima de la gente porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas. No sea que se desmayen en el camino. Los discípulos le preguntaron: –¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente? Jesús les preguntó: -¿Cuántos panes tenéis? Ellos contestaron: –Siete y unos pocos peces. Él mandó que la gente se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete cestas llenas. Los que comieron fueron cuatro mil hombres, sin contar mujeres y niños. Él despidió a la gente, montó en la barca y fue a la comarca de Magadán (Mt 15, 29-37).



—Llevan ya tres días conmigo…
¡Buen Maestro! Aquellas multitudes se sentían atraídas por tu persona y te seguían incansables. Tenían abandonadas sus casas y ocupaciones y ni siquiera se preocupaban del alimento necesario.
Era la esperanza, que tenían de encontrar en Ti el remedio para su enfermedad. Pero les cautivaba y atraía mucho más, aunque no se dieran cuenta, el misterio inefable de tu Divinidad.
Quizá muchos te busquemos con nuestros intereses pequeños de tierra, porque no sabemos otra cosa. Pero cuando te encontramos, de una u otra manera, Tú te apoderas del corazón y todo lo demás se olvida.
Jesús, yo te pido continuamente esta gracia única de encontrarte. En ella lo cifro todo. Encuentro muchas cosas que me atraen y después me decepcionan y hastían. Yo quiero encontrarte de verdad y ser envuelto por tu misterio.