- Jesús, nuestra alegría,
el simple deseo de tu presencia es ya el comienzo de la fe.
Y, en nuestra vida, el hecho muy oculto de una espera
hace que broten fuentes:
la bondad, el amor desinteresado y también esa armonía interior
que viene del Espíritu Santo en nosotros.
Jesús, alegría de nuestros corazones,
tu Evangelio nos asegura que el Reino de Dios está en medio de nosotros.
Y se abren en nosotros las puertas de la sencillez y de la inocencia.
Cristo Jesús, sé nuestra paz, tú que nos dices: No temáis, estoy aquí.
Bendícenos, tú que nos das un frescor de Evangelio
cuando la confianza del corazón está al comienzo de todo.
(Taizé)
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