viernes, 12 de diciembre de 2008

Para orar


    Jesús, nuestra alegría,
    el simple deseo de tu presencia es ya el comienzo de la fe.

    Y, en nuestra vida, el hecho muy oculto de una espera
    hace que broten fuentes:
    la bondad, el amor desinteresado y también esa armonía interior
    que viene del Espíritu Santo en nosotros.

    Jesús, alegría de nuestros corazones,
    tu Evangelio nos asegura que el Reino de Dios está en medio de nosotros.

    Y se abren en nosotros las puertas de la sencillez y de la inocencia.

    Cristo Jesús, sé nuestra paz, tú que nos dices: No temáis, estoy aquí.

    Bendícenos, tú que nos das un frescor de Evangelio
    cuando la confianza del corazón está al comienzo de todo.

    (Taizé)

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