jueves, 31 de julio de 2008

DEJARSE MECER

Sé como un árbol. Sencillamente crece. Sencillamente madurar. Un árbol que a su tiempo da fruto. “Será como un árbol plantado a la vera del arroyo, que a su tiempo da fruto y sus hojas no se marchitan y cuanto emprende tiene buen fin…” (Sal 1).
Nunca guarda nada para sí un árbol. Cuando maduran las manzanas, los hijos, las ciruelas, el árbol no se queda con nada. A su tiempo da su fruto, lo regala, lo obsequia y se queda libre. Quizás no hay gesto que nos deje más libre que la ofrenda. El árbol queda suelto y ligero cuando lo entrega. El árbol es todo un símbolo en la vida del hombre, y, por si esto fuera poco, además de ser generoso como lo es la creación, guarda otro símbolo: su tronco lo forman muchísimos anillos. El anillo es el símbolo de una alianza. El árbol vive en una perpetua alianza con la tierra, el agua, con el sol, con el viento. De ahí que el salmista nos supera: sé como el árbol, crece, entrégalo todo. Quedarás libre, te sentirás ligero y ágil y vivirás además en perpetua alianza con este cosmos, con la belleza de esta creación.

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