Grande es cada mañana
por su belleza natural,
por el silencio que la rodea,
y por lo que supone para mí, Señor,
porque en cada día que comienza
yo también vuelvo a empezar.
En esta mañana
dame ganas, ánimo,
dame ilusión, Señor,
para contagiar a quienes me rodean
lo que Tú me has concedido ya:
la vida, sí, la vida,
y, con ella, los trabajos y los problemas,
el quehacer y la rutina,
las sorpresas que me aguardan
y todo lo demás.
Pero, sobre todo,
haz que el día sea tuyo
y que yo también lo sea.
Por éso, Padre,
por este día que comienza,
muchas gracias, de verdad.
Juanjo Elezkano
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