martes, 31 de marzo de 2009

Lo que no se da, se pierde


- Papá, ¿cuánto ganas por hora? - con voz tímida y ojos de admiración, un joven lleno de problemas recibía así a su padre al término del trabajo.

El padre dirigió un gesto severo al hijo y repuso: - Mira hijo, esos informes ni tu madre los conoce. No me molestes que estoy cansado.

- Pero papá, -insistía- dime por favor ¿cuánto ganas por hora?

La reacción del padre fue menos severa. Sólo contestó:- Cuatro euros por hora.

- Oye, ¿me podrías prestar dos euros? - preguntó el hijo.

El padre montó en cólera y tratando con brusquedad al joven le dijo:

Así que, esa era la razón de saber lo que gano. Vete a dormir y no me molestes.

Había caído la noche. El padre había meditado sobre lo sucedido y se sentía culpable. Tal vez su hijo quería comprar algo.

En fin, descargando su conciencia dolida, se asomó al cuarto de su hijo. Con voz baja le preguntó:- ¿Duermes hijo?

- No...dime - respondió entre sueños.

- Perdóname por haberte tratado con tan poca paciencia; aquí tienes el dinero que me pediste, respondió el padre.

- Gracias - contestó el joven y metiendo sus manos debajo de la almohada, sacó unas monedas.

- Ahora ya lo completé. Ya tengo cuatro monedas. ¿Me podrías vender una hora de tu tiempo? - preguntó su hijo.

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