Hay
momentos en la vida en los que podemos sentirnos en una cuerda floja.
Son
aquellos momentos en los que nuestra estabilidad se trunca, en los que podemos
sentir
que todo se derrumba a nuestro paso, en los que no vemos soluciones a
problemas cotidianos
o no tan cotidianos.
En esos
momentos el suelo se convierte en una cuerda en la que tenemos que hacer
equilibrios para no caer.
Pero, lo
peor de todo sería no tener siquiera esa cuerda y caer al vacío.
Al fin y
al cabo la cuerda nos mantiene en pie, nos da una oportunidad para afrontar
esas situaciones, nos marca una línea y un camino a seguir que,
con nuestro
equilibrio, nos ofrece la oportunidad de llegar a la meta que nos marca.
Miremos
esa cuerda como "oportunidad" para caminar,
para
sentir la fortaleza interior que todos albergamos dentro y para,
con
humildad, sentirnos vulnerables y necesitados de los otros.
Contemplemos
esa cuerda con expresión esperanzadora, alentadora y emprendedora.
La cuerda
nos llevará a buen fin si conseguimos superarla.
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