
sábado, 8 de diciembre de 2018

viernes, 7 de diciembre de 2018
Viernes I de Adviento

—¿Creéis que puedo hacerlo?
¿Cómo hubieran acudido a Ti, Señor, y cómo clamarían tanto, si no estuviesen persuadidos de tu poder? Van dando voces y apelan a tu misericordia. No dudan de tu maravilloso e incomparable poder.
Y, sin embargo, Tú insistes en que reflexionen sobre su propia fe y no se dejan llevar de un ambiente general de entusiasmo. Tú reclamas en ellos la confianza personal e ilimitada.
¿Por qué puedes Tú y no pueden los demás? ¿Por qué puedes Tú y por qué llegas Tú allí, donde todos fracasan y no tienen nada que hacer?
Tú quieres que esa fe se convierta en una confianza y en una entrega a tu Persona. Que vean con los ojos de su corazón antes de ver con los ojos del cuerpo. ¿Para qué me servirían los del cuerpo Señor y Dios mío, si no iluminases los ojos de mi corazón?
Sí Señor, yo quiero verte con el corazón, quiero acercarme a Ti con todas las ansias de mi corazón, aunque mis manos vayan tentando torpemente por los obstáculos de la vida.
jueves, 6 de diciembre de 2018
Jueves I de Adviento

— Un hombre que edificó su casa sobre la roca.
Tú eres, Señor, la roca firmísima. El que edifica sobre Ti no temerá a los vientos, ni a las avalanchas de los ríos desbordados. El que edifica sobre la verdad de tu palabra, que no es como la palabra vana y voluble de los hombres.
Dichoso el que coloca los cimientos de su vida sobre lo que Tú has enseñado y cifra su esperanza en cuanto Tú has prometido.
Las contingencias de este mundo no podrán perturbar la serena seguridad de su espíritu. Y, si teme y vacila, señal es que no ha construido sobre tu palabra, sino sobre esperanzas humanas.
Dios mío, la experiencia ha venido a enseñarme cuántas veces se equivocan los hombres, por más sabios que sean y por grande que sea el crédito que se hayan conquistado por su ciencia o por su prudencia.
Por eso, es necio el que se fía ciegamente de las enseñanzas del hombre. Y más necio es el que se deja arrastrar por el corazón y confía ilimitadamente en la benevolencia o en el amor y promesas de la criatura.
Todo eso es arena movediza y Tú, Maestro sabio y bueno, me adviertes sobre qué roca he de fundamentar la fe y la esperanza de mi vida.
miércoles, 5 de diciembre de 2018
Miércoles I de Adviento

—Llevan ya tres días conmigo…
¡Buen Maestro! Aquellas multitudes se sentían atraídas por tu persona y te seguían incansables. Tenían abandonadas sus casas y ocupaciones y ni siquiera se preocupaban del alimento necesario.
Era la esperanza, que tenían de encontrar en Ti el remedio para su enfermedad. Pero les cautivaba y atraía mucho más, aunque no se dieran cuenta, el misterio inefable de tu Divinidad.
Quizá muchos te busquemos con nuestros intereses pequeños de tierra, porque no sabemos otra cosa. Pero cuando te encontramos, de una u otra manera, Tú te apoderas del corazón y todo lo demás se olvida.
Jesús, yo te pido continuamente esta gracia única de encontrarte. En ella lo cifro todo. Encuentro muchas cosas que me atraen y después me decepcionan y hastían. Yo quiero encontrarte de verdad y ser envuelto por tu misterio.
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