viernes, 4 de septiembre de 2009

DETENERSE



¡Qué bueno es detenerse!

Señor, me gustaría detenerme en este mismo instante.

¿Por qué tanta agitación? ¿Para qué tanto frenesí?

Ya no sé detenerme. Me he olvidado de orar.

Cierro ahora mis ojos. Quiero hablar contigo, señor.

Quiero abrirme a tu universo,

pero mis ojos se resisten a permanecer cerrados.

Siento que una agitación frenética invade todo mi cuerpo

que va y viene, se agita, esclavo de la prisa.

Señor, me gustaría detenerme ahora mismo.

¿Por qué tanta prisa? ¿Por qué tanta agitación?

Yo no puedo salvar al mundo.


Yo soy apenas una gota de agua

en el océano inmenso de tu maravillosa creación.

Lo verdaderamente importante es buscar tu Rostro bendito.

Lo verdaderamente importante es detenerse de vez en cuando,

y esforzarse en proclamar que tú eres la grandeza,

la hermosura, la magnificencia, que tú eres el Amor.

Lo urgente es hacer y dejar que tú hables dentro de mí.

Vivir en la profundidad de las cosas

y en el continuo esfuerzo por buscarte en el silencio de tu misterio.

Mi corazón continúa latiendo, pero de una manera diferente.

No estoy haciendo nada, no estoy apurándome.

Simplemente, estoy ante Ti, Señor.

Y qué bueno es estar delante de Ti. Amén.

(P. Ignacio Larrañaga)

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