domingo, 13 de septiembre de 2009

RECONOCER A JESÚS EL CRISTO

13 de septiembre de 200924.
Tiempo ordinario (B)
Marcos 8, 27-35

Comentario de José Antonio Pagola


El episodio ocupa un lugar central y decisivo en el relato de Marcos. Los discípulos llevan ya un tiempo conviviendo con Jesús. Ha llegado el momento en que se han de pronunciar con claridad. ¿A quién están siguiendo? ¿Qué es lo que descubren en Jesús? ¿Qué captan en su vida, su mensaje y su proyecto?
Desde que se han unido a él, viven interrogándose sobre su identidad. Lo que más les sorprende es la autoridad con que habla, la fuerza con que cura a los enfermos y el amor con que ofrece el perdón de Dios a los pecadores. ¿ Quién es este hombre en quien sienten tan presente y tan cercano a Dios como Amigo de la vida y del perdón?
Entre la gente que no ha convivido con él se corren toda clase de rumores, pero a Jesús le interesa la posición de sus discípulos: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». No basta que entre ellos haya opiniones diferentes más o menos acertadas. Es fundamental que los que se han comprometido con su causa, reconozcan el misterio que se encierra en él. Si no es así, ¿quién mantendrá vivo su mensaje? ¿qué será de su proyecto del reino de Dios? ¿en qué terminará aquel grupo que está tratando de poner en marcha?
Pero la cuestión es vital también para sus discípulos. Les afecta radicalmente. No es posible seguir a Jesús de manera inconsciente y ligera. Tienen que conocerlo cada vez con más hondura. Pedro, recogiendo las experiencias que han vivido junto a él hasta ese momento, le responde en nombre de todos: «Tú eres el Mesías».La confesión de Pedro es todavía limitada. Los discípulos no conocen aún la crucifixión de Jesús a manos de sus adversarios. No pueden ni sospechar que será resucitado por el Padre como Hijo amado. No conocen experiencias que les permitan captar todo lo que se encierra en Jesús. Solo siguiéndolo de cerca, lo irán descubriendo con fe creciente.
Para los cristianos es vital reconocer y confesar cada vez con más hondura el misterio de Jesús el Cristo. Si ignora a Cristo, la Iglesia vive ignorándose a sí misma. Si no lo conoce, no puede conocer lo más esencial y decisivo de su tarea y misión. Pero, para conocer y confesar a Jesucristo, no basta llenar nuestra boca con títulos cristológicos admirables. Es necesario seguirlo de cerca y colaborar con él día a día. Ésta es la principal tarea que hemos de promover en los grupos y comunidades cristianas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Con las lecturas de hoy conecta la fiesta de mañana, día 14, Exaltación de la Santa Cruz. Nos acerca a un punto ciertamente complicado: el papel y la presencia de la cruz en nuestra vida:”el que quiera venirse conmigo, que cargue con su cruz y me siga”. Cierto que Cristo ha convertido la cruz en reflejo de entrega y de amor. Pero le queda mucho de aspereza. Hemos pasado de la Exaltación de la cruz al disfrute libre. Hace pocos años triunfó el libro titulado “El crepúsculo del deber” y subtitulado “la ética indolora de los nuevos tiempos democráticos”. Indolora, es decir, sin dolor y el “deber” se ha quedado sin propagandistas. A este estado de cosas llamamos permisividad. Palabra muy barajada estas fechas a raíz de los acontecimientos de Pozuelo de Alcorcón y de Lekeitio y a raíz del fenómeno de la prostitución o de las exigencias que aconseja la actual crisis económica. Jesús no predica el sacrificio por el sacrificio. La cruz forma parte de la vida. Como dice la canción “dicha y quebranto, los dos materiales que forman mi canto”. El evangelio no se olvida de la cruz, pero la pone en su sitio: “al servicio del amor”. El buen samaritano, modelo de cristiano, no busca la cruz, ni el sufrimiento, ni el dolor. Pero sí quiere servir, ayudar a no sufrir y para socorrer al herido aceptó molestias, corrió peligro y entregó dinero al posadero. A quien quiera ser solidario, a quien quiera seguir los pasos de Cristo no le faltarán penas, pero posiblemente sean mayores las satisfacciones. “El que pierda su vida por mí y por el evangelio la salvará”.