por sus altibajos, por sus decepciones,
por su porvenir, más o menos sombrío.
Ofrécele, en medio de inquietudes y dificultades,
el sacrificio de tu alma sencilla
que, pese a todo, acepta los designios de su providencia.
si Dios te considera plenamente realizada, a su gusto.
Piérdete, confiada ciegamente, en ese Dios,
que te quiere para sí,
y que llegará hasta ti, aunque jamás le veas.
Piensa que estás en sus manos,
tanto más fuertemente acogida
cuanto más decaída y triste te encuentres.
Que nada te altere. Que nada sea capaz de quitarte tu paz.
Ni la fatiga psíquica, ni tus fallos morales.
Haz que brote la paz, y conserva siempre en tu rostro
una sonrisa, reflejo de la que el Señor
continuamente te dirige.
como fuente de energía y criterio de verdad,
todo aquello que te llene de la paz de Dios.
Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida
y de las promesas de Dios.
Por eso, cuando te sientas apesadumbrada y triste,
adora y confía.
(Pierre
Theillard de Chardin)
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