domingo, 18 de marzo de 2012

QUE DIOS RECREE EN NOSOTRAS LA EXPERIENCIA DE SU AMOR.


Recrea nuestro corazón,
Espíritu del Dios de la Vida:
danos un corazón
que salte de alegría,
que sepa compartir,
que no acumule “cosas”
sino que se llene de personas.

Que goce con quienes gozan,
que sufra con quienes sufren,
que sea libre para liberar,
que su absoluto sea Dios, Padre-Madre,
que considere relativo todo lo demás.

Que entienda de audacia,
para “dar” con nuevos caminos,
que construya vida a su alrededor,
que posibilite creatividad a raudales.

Que viva en actitud de discernimiento,
que tenga una profunda experiencia de Dios,
que sea experto en humanidad,
que se prolongue hacia los últimos,
que anuncie a Jesús de Nazaret.

Danos un corazón
que sepa acoger la diferencia sin asustarse,
que viva la no-violencia,
que defienda la justicia, la vida, la paz,
que tenga entrañas de misericordia,
que sea paciente, que viva la fiesta,
que disfrute de la naturaleza.

Que sepa leer la vida como historia de Salvación,
que anhele ardientemente el encuentro contigo.
Que te busque en todo, te encuentre
y te contemple en las luces y en las sombras.

Un corazón que hable lenguaje de ternura,
que mire al interior de las personas,
que no se deje arrastrar por las apariencias,
que escuche a las personas
y cuide el trato con ellas.

Que logre curar sus propias heridas,
que se eduque en la responsabilidad,
que su tacto le haga descubrir
y valorar el esfuerzo de las demás.
Que sepa trabajar en grupo.


Ablanda nuestras rigideces

y modele nuestro corazón,
Espíritu del Dios-Alfarero.
Recupera nuestra vida,
ocúpala transfórmala,
llénala de tus dones.
Danos una mirada creyente,
descúbrenos esa presencia escondida
de Dios Padre-Madre,
en todas las cosas, acontecimientos
y personas.


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