Quiero vivir, sentirme vivo, palpar las energías de la creación
cuando suben y se esparcen por las células de mi cuerpo y los tejidos de mi ser.
La vida es la esencia de todas las bendiciones que Dios da al ser humano,
el roce del dedo de Dios que convierte un montón de arcilla en un ser viviente
y hace de una sombra inerte el rey de la creación.
La vida es la gloria de Dios hecha movimiento,
la Palabra divina traducida en sonrisa,
el amor eterno que hace palpitar el corazón del ser humano.
La vida es todo lo que es bueno, vibrante y alegre.
La muerte –que es negación de la vida- es el fin de todo.
En mis pensamientos y en mis sentimientos,
en mis conversaciones y en mis encuentros,
en mi amistad y en mi amor.
Quiero que la centella de la vida
encienda todo lo que hago y todo lo que soy.
Que mi paso se acelere, que mi pensamiento se agudice,
que mi mirada se alargue y mi sonrisa se ilumine
cuando la vida amanezca en mi. Quiero vivir.
Yo quiero vivir, y tú eres la fuente de
la vida.
Cuanto más me acerque a ti, más vida
tendré.La única vida verdadera es la que viene de ti,
y la única forma de participar en ella es estar cerca de ti.
Déjame beber de esa fuente, déjame meter
las manos en sus aguas para sentir su frescura,
su pureza y su fuerza.Que las aguas vivas de ese manantial fluyan a través de mi ser
y su corriente inunde el pozo de mi corazón.
En un mundo de oscuridad, de duda y de incertidumbre,
tú eres el rayo rectilíneo, el cándido amanecer, el mediodía que todo lo revela.
Si para vivir hay que acercarse a ti, para ver también.
“En tu luz vemos la luz”.
Señor, quiero tu luz, tu visión, tu punto de vista.
Quiero ver las cosas como tú las ves,
quiero verlas desde tu punto de vista, desde tu horizonte, desde tu ángulo;
quiero ver así a las personas y los acontecimientos
y la historia de la humanidad y los sucesos de mi vida.
Quiero verlo todo con tu luz.
Tu vida es el don de la gracia.
Dame tu gracia y tu fe para que yo pueda ver y vivir
la plenitud de tu creación con la plenitud de mi ser.
“Busco tu rostro” Carlos G. Vallés. Sal Terrae
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