martes, 10 de julio de 2018

La mariposa

Saber esperar

Recuerdo una mañana en que yo había descubierto una crisálida en la corteza de un árbol, en el momento en que la mariposa rompía la envoltura y se preparaba para salir.
Esperé un largo rato; pero tardaba demasiado y yo tenía prisa.
Nervioso me incliné y me puse a calentarlo con mi aliento.
Yo la calentaba impaciente, y el milagro comenzó a realizarse ante mí, a un ritmo más rápido que el natural.
La envoltura se abrió, la mariposa salió arrastrándose, y no olvidaré jamás el horror que experimente entonces: sus alas no estaban todavía desplegadas y su pequeño cuerpo, tembloroso, se esforzaba en desplegarlas.
Inclinado sobre ella , ayudaba con mi aliento …
En vano.
Era necesaria una paciente maduración y el despliegue de las alas debía hacerse lentamente al sol; era demasiado tarde, mi aliento había obligado a la mariposa a mostrarse, completamente arrugada, antes de hora. Se agitó desesperada, y, en algunos segundos más tarde, murió en la palma de mi mano.
Yo creo que este pequeño cadáver es el mayor peso que tengo sobre mi conciencia.
Pues, hoy lo comprendo bien, forzar las grandes leyes es un pecado mortal.
No debemos apresurarnos, no debemos impacientarnos.
Seguir con confianza el ritmo eterno.
Extracto de “Alexis Zorba”


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