Saber esperar
Recuerdo una mañana en que yo había
descubierto una crisálida en la corteza de un árbol, en el momento en que la
mariposa rompía la envoltura y se preparaba para salir.
Esperé un largo rato; pero tardaba
demasiado y yo tenía prisa.
Nervioso me incliné y me puse a
calentarlo con mi aliento.
Yo la calentaba impaciente, y el milagro
comenzó a realizarse ante mí, a un ritmo más rápido que el natural.
La envoltura se abrió, la mariposa salió
arrastrándose, y no olvidaré jamás el horror que experimente entonces: sus alas
no estaban todavía desplegadas y su pequeño cuerpo, tembloroso, se esforzaba en
desplegarlas.
Inclinado sobre ella , ayudaba con mi
aliento …
En vano.
Era necesaria una paciente maduración y
el despliegue de las alas debía hacerse lentamente al sol; era demasiado tarde,
mi aliento había obligado a la mariposa a mostrarse, completamente arrugada,
antes de hora. Se agitó desesperada, y, en algunos segundos más tarde, murió en
la palma de mi mano.
Yo creo que este pequeño cadáver es el
mayor peso que tengo sobre mi conciencia.
Pues, hoy lo comprendo bien, forzar las
grandes leyes es un pecado mortal.
No debemos apresurarnos, no debemos
impacientarnos.
Seguir con confianza el ritmo eterno.
Extracto de “Alexis Zorba”
Extracto de “Alexis Zorba”
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