domingo, 29 de julio de 2018

Salmo de los dos caminos


Aquí estoy, Señor Jesús, a la vera del camino, sin camino;
mis pasos buscan tus huellas donde poner mis pisadas,
la vida y la muerte están ante mí como un reto;
el bien y el mal se cruzan en mi corazón
que sin descanso busca, pide y llama.
Yo quiero ser dichoso, Señor Jesús, hombre en camino;
yo quiero ser libre con la libertad de tu Evangelio;
libre en opción sincera y decidida a tu Palabra.
Quiero dejar atrás las llamadas opresoras del dinero,
del poder, del placer, de lo que en el fondo es nada.
Quiero hacer de tu Evangelio norma de vida
y escucharlo día y noche
hasta que penetre el fondo del alma.
Quiero ser, Señor Jesús,
como el árbol que crece junto al río
y bebe en profundidad y hondura
en las corrientes del agua.
Quiero dar en su tiempo frutos de paz y bien,
y dejar que las semillas que has sembrado en mí se abran.
No dejes jamás, Señor,
que se marchiten mis hojas verdes,
ni que él viento las arranque, una a una, de sus ramas.
Quiero seguir el camino del hombre nuevo,
del hombre que dice sí a la vida y con tesón la guarda.
Quiero ser hombre de espíritu que luche contra la carne
y que haga del amor la Carta Magna,
la Ley fundamental de tu Reino,
abierto al corazón vivo en desafío radical,
una a una, de tus Bienaventuranzas.
No me dejes caminar por el camino de Caín,
que lleva sangre;
y que a cada paso deja las señales del que mata;
no quiero ser como paja que lleva el viento
y hace de ella un juego fácil entre sus alas.
Quiero ser desde mis raíces y mi historia
de ilusiones y fracasos,
desde mis luchas y mis crisis un camino de esperanza
abierto hacia la Vida eterna, donde Tú moras
y donde esperas con un corazón de amigo, mi llegada.
Tú eres, Señor Jesús, el camino de un corazón vivo;
el camino de Abel,
el camino de la vida en la cruz entregada
por la salvación del hombre, de todo hombre que busca
en Ti la respuesta cierta y segura en la encrucijada.
Señor Jesús, contigo se hace el camino suave y ligero,
al llevar entre tú y yo -los dos juntos- esta pesada carga.
Quiero ser discípulo tuyo, y aprender de Ti, Maestro,
a ser libre como el viento, en tu Espíritu, que guía y salva.

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