Partir con quien nada tiene,
pero que es digno de todo a sus ojos
y a los de Dios.
Partir no sólo lo sobrante,
también lo que hemos robado,
lo que hemos trabajado,
y hasta lo necesario.
Partir por justicia, por amor,
por encima de lo que es legal,
sin llevar la cuenta,
hasta que el otro se sienta a gusto.
Partir con sencillez y entrega,
sin creerse superior o mejor,
sin exigir cambio o reconocimiento.
Partir evangélicamente en todo tiempo,
en todo lugar, en toda ocasión, ahora ya.
Partir, o al menos intentarlo;
nunca en soledad,
siempre en compañía;
nunca para salvar,
y menos aún para sentirse salvado;
sencillamente para hacer posible el compartir,
como Tú, Señor.
(Florentino Ulibarri “Al viento del Espíritu”)
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