lunes, 17 de mayo de 2010

LA ORACIÓN

Flor: el clavel

María constituye el modelo de la oración de la Iglesia. Con toda probabilidad, María estaba recogida en oración cuando el ángel Gabriel entró en su casa de Nazaret y la saludó. Este ambiente de oración sostuvo ciertamente a la Virgen en su respuesta al ángel y en su generosa adhesión al misterio de la Encarnación.

En la escena de la Anunciación, los artistas han representado casi siempre a María en actitud orante. Recordemos entre todos, al beato Angélico. De aquí proviene, para la Iglesia y para todo creyente, la indicación de la atmósfera que debe reinar en la celebración del culto.

Podemos añadir asimismo que María representa para el pueblo de Dios el paradigma de toda expresión de su vida de oración. En particular, enseña a los cristianos cómo dirigirse a Dios para invocar su ayuda y su apoyo en las varias situaciones de la vida.

Su intercesión materna en las bodas de Caná y su presencia en el cenáculo junto a los Apóstoles en oración, en espera de Pentecostés, sugieren que la oración de petición es una forma esencial de cooperación en el desarrollo de la obra salvífica en el mundo. Siguiendo su modelo, la Iglesia aprende a ser audaz al pedir, a perseverar en su intercesión y, sobre todo, a implorar el don del Espíritu Santo.
Juan Pablo II

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