martes, 11 de mayo de 2010

LA SENCILLEZ



La fe de los sencillos es admirada y alabada por Jesús, que reconoce en ella una manifestación maravillosa de la benevolencia del Padre (ver Mt 11,25; Lc 10,21). Esa fe sigue proclamando, en el decurso de los siglos, las maravillas de la historia de la salvación, ocultas a los sabios. Esa fe, en armonía con la sencillez de la Virgen, ha hecho progresar el reconocimiento de su santidad personal y del valor trascendente de su maternidad.

El misterio de María compromete a todo cristiano, en comunión con la Iglesia, a meditar en su corazón lo que la revelación evangélica afirma de la Madre de Cristo. En la lógica del Magnificat, cada uno experimentará en sí, como María, el amor de Dios y descubrirá en las maravillas realizadas por la Santísima Trinidad en la Llena de gracia un signo de la ternura de Dios por el hombre.

Juan Pablo II

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