martes, 14 de agosto de 2012


La Misericordia del Señor dura siempre



Bendecimos a Dios, que es nuestro Padre, revestido de benevolencia.
       Nos crea y nos recrea en cada instante, nos envuelve en su mirada cariñosa.


El ser humano es como flor del campo, pero Dios lo colma de gracia y de ternura; es de paso por la tierra,
                                     pero Dios lo colma de gracia y de ternura..


Por eso no tememos el paso de los años, ni nos preocupa el cansancio,
la vejez, ni el deterioro, porque Él renueva nuestra juventud y nos da alas de águila.


No tememos tampoco la muerte, porque Él nos rescatará de la fosa,
nos librará de la nada, no caeremos en el vacío, caeremos en sus manos.
                       Ni siquiera nos angustian nuestros fallos y pecados,
                                     porque Él perdona nuestras culpas
               y cura todas nuestras dolencias. En verdad que somos de barro,
                                     pero el Padre conoce nuestra masa
                                                y siente ternura por sus hijos.


Por eso bendecimos al Señor y le damos gracias, porque es compasivo y misericordioso. Pasan los años, siglos y milenios,
pero su misericordia no pasa ni se agota, se renueva y desborda con el tiempo

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