jueves, 23 de agosto de 2012


No acostumbrarse

Tenemos el vicio de acostumbrarnos a todo. Ya no nos indignan las cifras del desempleo; ni la nueva esclavitud” de los inmigrantes.
No es noticia el joven tirado o drogándose en una esquina.
Ni los millones de muertos de hambre, cada o.

Nos acostumbramos, limamos las aristas de la realidad, Para que no nos hiera,
Y la tragamos tranquilamente.
Nos desintegramos.
No es solo el tiempo el que se nos va,
Es la misma cualidad de las cosas la que se herrumbra.
Lo mas explosivo se hace rutina y conformismo; La contradicción de la cruz
es ya solo el adorno sobre un escote, o la elegante chaqueta.
Señor, tenemos la costumbre de acostumbrarnos a todo;
aun lo mas hiriente se nos oxida. Quisiéramos ver siempre las cosas por primera vez; Quisiéramos  una sensibilidad no cauterizada,
Para maravíllanos y sublevarnos.
Haznos superar la enfermedad del tradicionalismo,
Es decir, la manía de embutir lo nuevo en paradigmas viejos.
branos del miedo a lo desconocido.
El mundo no puede ir adelante, a pesar de tus hijos;
sino gracias a ellos. Empujemos.

Jesucristo, danos una espiritualidad de iniciativa, de riesgo, Que necesite revisión y nuevos gestos.
No queremos ver las cosas solo desde dentro; Necesitamos tener algún amigo hereje, drogadicto, inmigrante, Niño delincuente, vagabundo... Para ser disconformes como , que fuiste crucificado por los conservadores del orden y la rutina.
Enséñanos a recordar que Tú, Jesucristo, siempre has roto las coordenadas de lo previsible.
Y sobre todo, que no nos acostumbremos a ver injusticias, sin que se nos enciendan las entrañas y la actuación.

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