La paz sólo florece en tus senderos, Dios de la libertad;
y en el refugio hondo de tu gracia
encuentro mi reposo.
Los forjadores de grandes imperios pretenden derribar nuestra
fe
por tierra y desterrar nuestra esperanza.
No soportan la paz de los sencillos,
de los
que
permanecen día
y noche a tu escucha, sedientos de tu amor.
Sus mentes y sus lenguas,
son
hábiles forjadores de mitos y sistemas, de valores e imperios,
pero habrán de enmudecer para
siempre,
cuando al fin se manifieste la mentira de su orgullo que pretendió negar tu salvación.
Por eso,
los
humildes de la tierra, mirad siempre al
Señor
y no entréis en el juegode astucia
y de
violencia con que los
poderosos de este mundo quieren hundir de una vez para siempre
la fe que abre caminos
al abrazo desnudo de ambición.
¡Huid de las riquezas que corrompen el corazón
del ser humano,
hasta apartarlo de su hermosa meta de libertad y amor!
Y retened,
como la buena
tierra
retiene
la semilla hasta su pleno fruto, la Palabra de Vida
con que Tú, a cada
uno, nos
llamas por nuestro nombre y a todos nos invitas
a una cena de gozo en tu presencia, eternidad
del don.
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