¡Bendito sea Dios, Padre de Cristo Jesús nuestro Señor,
que nos ha bendecido, en Cristo, con toda clase de
bendiciones espirituales!
En Cristo Dios nos eligió antes de que creara el mundo,
para estar en su presencia santos e irreprochables ante él por el amor.
En su amor nos destinó de antemano
para ser hijas suyas en Jesucristo y por medio de él.
Así lo quiso y le pareció bien sacar alabanzas
de esta gracia tan grande que nos hacía en el Bien Amado.
En él y por su sangre fuimos rescatados,
y se nos dio el perdón de los pecados,
fruto de su generosidad inmensa
que se derramó sobre nosotros.
Ahora nos ha dado a conocer, mediante dones
de sabiduría e inteligencia,
este proyecto misterioso suyo, fruto de su absoluta
complacencia en Cristo.
Pues Dios quiso reunir en él, cuando llegara
la plenitud de los tiempos,
tanto a los seres celestiales como a los terrenales.
En Cristo fuimos elegidos nosotros:
Aquel que dispone de todas las cosas
y las somete a su voluntad,
decidió que fuéramos pueblo suyo,
y lleváramos la espera del Mesías,
con el fin de que sea alabada su Gloria.
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