domingo, 29 de enero de 2012

Dichosa la mujer


Dichosa la mujer que tiene los ojos limpios,
muy despiertos para saber leer el misterio de la vida,
entender los signos de los tiempos,
y descubrir las huellas del Amado.

Dichosa la que tiene los oídos muy abiertos,
para escuchar los mensajes ofrecidos,
y acoger las voces de los pequeños,
los gritos de las víctimas, los anuncios del profeta.

Dichosa la mujer que tiene las manos abiertas, desprendidas;
que sabe que el Reino de Dios le pertenece
y lo espera, también para los pobres.
La mujer de manos disponibles, serviciales,
generosas, para que el Reino de Dios venga.

Dichosa la mujer que camina sobre sus propios pies,
apoyando sus huellas en las de Aquel
que vivió hasta el extremo el amor, que busca enderezarse con otros
y con otras, que quiere dar a luz a la humanidad nueva.

Dichosa la mujer de corazón ardiente,
que escucha la Palabra y se enardece,
que goza con la promesa, contagia optimismo,
cree en la utopía y la trabaja.

Dichosa la mujer alegre aunque conoce el sufrimiento y la pobreza.
No es alegría natural, es recibida, ha escuchado las bienaventuranzas.
Sabe que los pobres, los que sufren son dichosos, Dios está con ellos.

Dichosa la mujer que eleva sus brazos en actitud suplicante,
consciente de su necesidad de Dios
y del Espíritu que fecunda la Historia
y hace posible el fruto deseado,
el que hace “gemir a la creación entera
como en dolor de parto”.

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