viernes, 27 de enero de 2012

Cuando el Señor cambia nuestra suerte

Cuando el Señor cambia nuestra suerte,
cuando nos libera de la angustia,
cuando bendice nuestro esfuerzo
y llena nuestras manos de dones,
apenas lo podemos creer,
nos parece soñar.

Y tantos y tantos cambios que nos llenan de alegría:
el drogadicto recuperado, el enfermo que curó casi
milagrosamente, el alejado que volvió a la fe.

O el matrimonio que se recompone
o las Iglesias que se unen o los pueblos que se reconcilian
y el milagro de los que, dejando su vida fácil,
se consagran a Cristo y se entregan gratuitamente a los demás.


Son los toques del Espíritu, el que regala las gavillas del gozo,
el que cambia las lágrimas en cantos de alegría,
el que hace florecer el tronco seco, el que puede resucitar a los muertos.


Desde que el Espíritu cambió la suerte de Cristo,
cuando estaba en el sepulcro, y lo llenó de vida,
todas las suertes pueden ser cambiadas,
todas las muertes pueden transformarse en experiencias de Pascua.



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