la guerra contra uno mismo.
Hay que llegar al desarme de sí mismo.
he mantenido esta guerra durante años.
Fue duro, pero ahora estoy desarmado.
Estoy desarmado de mi deseo de tener razón,
de justificarme despreciando a los demás.
en angustiada crispación por mis riquezas.
Doy asilo y comparto.
Si se me ofrece algo mejor, o mejor dicho algo bueno,
lo acepto sin arrepentirme.
He renunciado alas comparaciones.
Por eso ya no tengo miedo.
Si nos desarmamos, si nos desprendemos de todo,
si nos abrimos al Dios-Hombre,
que renueva todas las cosas, entonces,
Él borrará el oscuro pasado y nos dará
un Tiempo nuevo, en el que todo es posible.
Atenágoras,
Patriarca ortodoxo de Constantinopla
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