lunes, 27 de febrero de 2012

SALMO


Vamos al desierto y nos encontramos con muchas cosas.

Lo nuestro es llenarnos de cosas.
Nos aseguramos teniendo
Nos aseguramos poseyendo.
Vamos al desierto y nos damos cuenta de que así, con tantas cosas,
es imposible caminar.


Nos sobra de todo,
nos sobra todo, porque poseemos
y vamos por la vida con lo que no es importante.
Y nos quedamos sin alegría,
y nos quedamos sin canto,
y nos quedamos sin vida,
y nos quedamos sin aliento,
nosotras que somos vivientes
desde que Dios echó su aliento en nosotras.


Este es el desierto que tanto tememos.
No es que se más largo el desierto que los demás caminos.
Es que en el desierto la verdad es más desnuda y nos exige podas interiores.
Dios nos lleva al desierto y nos da miedo.
Y nos dan ganas de dejarlo todo plantado.


Si vamos al desierto y recorremos el desierto
tendremos la verdad más cerca, pocas cosas en las manos
y la promesa y el futuro entero en el corazón.
Porque en el desierto siempre hay un camino,
siempre hay una fuente que mana agua de vida,
siempre hay una palabra buena, siempre hay un Dios que espera.


El desierto invita a ir más allá, a salir de la rutina.
En el desierto hay que roturar el futuro. Hay que andar a la intemperie.
Hay que atravesar el miedo de la noche.
Más allá, sí, aquí, donde nos hemos estancado,
patinamos y patinamos sin recorrer el camino.
Así no vamos a la tierra nueva.



La Cuaresma es el camino que nos lleva más allá, a la tierra de la libertad.
El camino de salir de nosotras mismas,
el camino de descentrarnos
y de hacer del hermano y la hermana nuestro centro.
Más allá nos espera la vida verdadera.
Y sólo la podemos alcanzar si atravesamos el desierto.


Nadie atraviesa el desierto solo.

En medio de un pueblos innumerable,
contigo a la cabeza, yo camino.


El esclavo todavía vive en mí.
Cada paso me aleja más de los faraones,
pero me persiguen ahora desde mis heridas.


Sin agua, la fe tiene sabor a muerte.
con todo el pueblo comparto la alegría
que brota gratuita de la roca estéril.


Los becerros de oro seducen en la noche.
Nadie girando alrededor de un ídolo
puede llegar a la tierra libre.


Nos acechan asaltantes con la espada o la palabra.
Pero la que ha luchado contra el desierto
también es fuerte contra los ladrones.


Detrás de mi encuentro contigo hay un pueblo.
Moisés condujo el pueblo hasta el Sinaí,
pero el pueblo lo llevó dentro de sí.


Tu promesa es inagotable.
Siempre que poseemos algo con codicia,
se vacía y nos pone en camino al horizonte.


Nuestros pies ya pisan la tierra prometida.
Pero los que crearon la ruta del desierto
tienen que crear ahora la justicia sin descanso.

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