jueves, 24 de noviembre de 2011

“ALABAD AL SEÑOR, QUE SANA LOS CORAZONES DESTROZADOS” (Salmo 146)


Yo no alabo al señor de los Ejércitos,
que destroza enemigos y malvados,
al Señor que nos pone de rodillas,
al Señor que controla nuestras vidas,
nos convierte en esclavos e infantiles,
enemigo de risas y progresos,
partidario de leyes y de rúbricas.


Ese Dios no merece los respetos,
mucho menos merece la alabanza.
No es el Dios de Jesús, en quien yo creo,
el Dios del evangelio predicado.


Alabad al Señor:
al Dios que reconstruye nuestras ruinas,
que sana corazones destrozados,
que venda sus heridas compasivo,
que salva, que libera y pacifica.


Alabad al Señor:
es el Dios que sostiene a los humildes,
que levanta del polvo a los caídos,
el que humilla a soberbios, poderosos
y defiende el derecho de los débiles.


Alabad al Señor:
que recoge a los hijos dispersados,
que prepara una casa a los Sin – Techo,
que integra a miserables y excluidos,
los invita a un banquete sustancioso.


Alabad al Señor:
que es magnífico en todas sus promesas,
desbordante en ternuras y regalos,
merece una alabanza polifónica,
nuestro Dios, que es Amor – Misericordia.

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