Soy tuy@.
Hazme caer en la cuenta de que te pertenezco a ti
precisamente porque soy miembro de tu pueblo.
No soy individuo aislad@, no tengo derecho a reclamar atención personal,
no me salvo sol@.
Es verdad que tú, Señor, me amas con amor personal,
cuidas de mi y diriges mis pasos uno a uno;
pero también es verdad que tu manera de obrar entre nosotr@s
es a través del grupo que has formado, del pueblo que has escogido.
Te gusta tratar con nosotr@as como un pastor con su rebaño.
El pastor conoce a cada oveja y cuida personalmente de ella,
con atención especial a la que lo necesita más en cada momento;
pero las lleva juntas en la unidad de su rebaño.
Así haces tú con nosotr@s, Señor.
Haz que me sienta parte de tu rebaño, Señor.
Haz que me sienta responsable, sociable, amable,
hermana de mis herman@s y miembro vivo del género humano.
No me permitas pensar ni por un momento que puedo vivir por mi cuenta,
que no necesito a nadie, que las vidas de l@s demás no tienen nada que ver con la mía...
No permitas que me aísle en orgullo inútil o engañosa autosuficiencia,
que me vuelva solitaria, que sea una extraña en mi propia tierra...
Haz que me sienta orgullosa de mis hermanos y hermanas,
que aprecie sus cualidades y disfrute con su compañía.
Haz que yo contribuya a la vida de l@s demás
y permita a l@s demás contribuir a la mia.
Que sea yo amante de la comunidad
y que se me note en cada gesto y en cada palabra.
Que fragüe con ell@s la unidad común.
Tú eres el Pastor. Tú eres la raíz de nuestra unidad.
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