martes, 22 de noviembre de 2011

Salmo 139

Señor, tú me llegas hasta el fondo y me conoces por dentro.
Lo sé: me conoces cuando no paro o cuando no sé que hacer.
Mis ilusiones y mis deseos los entiendes como si fueran tuyos.
En mi camino has puesto tu huella,
en mi descanso te has sentado a mi lado,
todos mis proyectos los has tocado palmo a palmo.
Tú oyes lo profundo de mi ser en el silencio,
cuando aún no tiene palabras para abrirse a ti.


Es increíble: me tienes agarrada totalmente.
Me cubres con tu palma y me siento tuya.
Como grano de arena en el desierto,
como gota de agua perdida en el mar,
así me encuentro ante ti.
Me digo y no se responderme:
a dónde iré que no sienta el calor de tu aliento?
A dónde escaparé que no me encuentre con tu mirada?


Cuando escalo mi vida y lucho por superarme, allí estas tú.
Cuando me canso en el camino y me siento barro,
allí perdida en mi dolor, te encuentro a ti.
Cuando mis alas se hacen libertad sin fronteras
y toco el despertar de algo nuevo;
cuando surco los mares de mi sueños
y pierdo la arena pegadiza de mis playas,
allí está tu mano, y tus ojos, y tu boca...
allí como Amigo fiel, de nuevo estas tú.


Si digo cansada: que la tiniebla me cubra,
si digo desalentada: que el día se haga noche sobre mí
ni la tiniebla, Señor, es oscura para ti,
y la noche, Señor, es clara como el día.


Tú eres como manantial de donde brota el río,
como raíz donde arranca el árbol.
Tu vida se ha hecho vida en mis entrañas,
me has creado por amor y quieres que viva en plenitud.
Soy tuya: sólo tu amor da respuesta a mi sed.
Ese amor con el que me tejiste en el seno de mi madre
y desde el que me llamas a crecer y ser feliz.


Dios mío, tú me sondeas y me conoces,
comprendes como nadie mis sentimientos.
Que te sienta cerca en el camino de la vida
Quiero desde lo hondo de mi ser, vivir para ti.

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