martes, 22 de noviembre de 2011

Salmo 86


"se dirá de Sión: uno por uno, todos han nacido en ella; el Altísimo en persona la ha fundado"

 
Se me ensanchan las fronteras del corazón, Señor, cuando rezo esa oración y sueño en ese momento. Seres de todas las razas que se juntan, porque tod@s vienen de ti y son un@ en ti. Ese es tu plan, y yo lo abrazo con fe abierta y deseo ferviente. Todas las razas son una. Todos los seres humanos se encuentran. Tod@s son hij@s de la misma madre. Esa es la meta de unidad hacia la que caminamos. El sello de hermandad. El árbol de familia. El destino supremo de la raza humana.

 
"El Señor escribirá en el registro de los pueblos: este ha nacido allí".

 
Todos los hombres y mujeres son compatriotas míos. Los miro a la cara y reconozco los rasgos de familia bajo la alegre variedad de perfiles y colores. Leo en cada rostro la respuesta de hermandad en el sentimiento que surge a un tiempo en mí y en la otra persona, impulsado por una misma sangre. Me siento hermana de cada hombre y cada mujer, y confío en que mi convicción me salga a los ojos y vibre en mis palabras para que proclame el mensaje de la unidad en alas de la fe.

 
No hay fronteras, no hay aduanas, no hay límites. Nadie es extranjero ante nadie. La naturaleza aborrece la burocracia. Lazos de familia trascienden códigos legales. La unidad es nuestro patrimonio. Nuestra sonrisa es nuestro pasaporte. Libertad para viajar, para reunirse, para encontrarse frente a frente con cualquier ser humano y sentirse un@ con él. Y valor y fe para olvidar nuestras diferencias y reconocer nuestro destino común. Tod@s somos hij@as de Dios.

 
Dame un corazón ecuménico, Señor. Enséñame a amar a todo ser humano y respetar a todos los pueblos. "Contaré a Egipto y Babilonia entre mis fieles; filisteos, tirios y etíopes han nacido allí". Hazme sentir a gusto en todas las culturas, seguir siempre aprendiendo y abrazar con comprensión y afecto todo cuanto has creado en cualquier parte del mundo. Llévame a descubrir tu presencia en el corazón de cada persona, y hazme aprender tu nombre en todas las lenguas del mundo. Robustece mis raíces y ahonda mis fuentes, con la seguridad de que al hacerlo así me estoy acercando a tod@s mis compañer@s de existencia, porque nuestra fuente común está en ti.

 
"Y cantarán mientras danzan: ¡Todas mis fuentes están en ti!"

Busco tu rostro. C.G. Vallés



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