domingo, 20 de noviembre de 2011

“Qué alegría cuando me dijeron; vamos a la casa del Señor”


Vamos a la casa del Señor,
trozo de cielo encarnado,
vamos a compartir la dicha
de sentirnos hermanad@s,
escuchando su palabra.


Pero la casa del Señor
no es la basílica, herman@,
no es el templo o el convento,
o la capilla del palacio,
no es la mezquita, la sinagoga,
tampoco el río sagrado.


La casa del Señor no es de piedras,
que está en el corazón humano,
en las comunidades vivas,
quizá en los pobres del barrio;
está en la gente que sufre,
está en el hospital cercano,
está también en la cárcel
y en la residencia de ancianos,
en l@s niñ@s de la calle
y en el campo de refugiados,
está en la gente sencilla
y en los pueblos marginados.

Está en el corro de niños,
o el grupo de voluntari@s,
en las organizaciones pacíficas
y en movimientos solidarios.

La casa del Señor se construye
en desiertos y descampados,
con hambre y sed de justicia
y con amor entregado,
con sillares de esperanza
y ladrillos liberados.

La paz con todos vosotr@s,
constructor@s voluntari@s
de la casa del Señor
en los ambientes humanos.

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