Acercarnos a María es sentir que el corazón late con el sístole y el diástole de la felicidad y de la alegría.
El Jacinto simboliza el corazón feliz y rebosante. Encontrarnos con María es querer que Ella toque un poco esa parte de nuestro ser que se debate entre el bien y el mal, la pobreza y la riqueza, la salud y la enfermedad, la paz y la violencia.
Ofrecer a María, la flor del Jacinto, es dejar un hueco en el interior de nuestros corazones para que ella lo llene con la presencia de Cristo Resucitado.
Por cierto; ¿sabías que los Jacintos necesitan pasar por un tiempo frío para florecer?. Ojalá que la situación gélida en el campo de la fe que está viviendo la Iglesia en algunos continentes y, especialmente en algunos países, sea un presagio de un nuevo florecimiento de auténticos testigos del Señor.
Pidamos a María: QUE SEAMOS SEMBRADORES DEL AMOR DE DIOS
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