Cuentan que no hay nada mejor para la salud de los ojos que una buena infusión de “jazmín”. Tal vez, agobiados por el escaparate y el fuego de artificio, hemos olvidado pedir a Dios “ojos para ver bien”.
María, mejor que nadie, supo distinguir con larga vista aquello que Dios le puso delante de sus ojos.
Alfombrar la casa de la Virgen con el “jazmín” es pedirle a María que nunca deje de mirarnos. Es rogarle que interceda ante el Padre para que nunca perdamos el perfume de los amigos de Jesús: solidaridad y servicio, perdón y comprensión, afabilidad y alegría.
Pidamos a María, en este mes de mayo, que cuide de nuestros ojos para que sepamos ver con claridad aquello que conviene para ser unos buenos hijos de Dios y unos altavoces que suenen en el mundo como aleluyas de la Pascua del Resucitado.
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