jueves, 22 de mayo de 2008

Flor: Begonia



Madre, dice el viejo adagio, no hay más que una. Y, cuando se trata de María, es además sinónimo de fidelidad y constancia sin límites.
La flor “begonia” es una flor de temporada. También, la vida de muchos cristianos, florece de vez en cuando.
Aún recuerdo, cómo recientemente, en una reflexión leía aquello de “los cristianos de la BBC” (cristianos de bautizo, boda y comunión).
Hagamos oración ante María para que, aquellos que hemos sido bautizados, vivamos nuestra FE con un grado de cierta coherencia, compromiso y definitorio.
María nos da precisamente esa gran lección: después de decir “sí” en la gruta de Nazaret…se comprometió hasta el final de sus días con lo que Dios le sugería aunque no lo comprendiera.
Uno de los grandes males que rodean a nuestra Iglesia es precisamente ese….”los cristianos de temporada”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un cristiano coherente es aquél que sostiene con sus obras lo que cree y afirma de palabra. No hay diferencia entre lo uno y lo otro. Se descubre en él o en ella una estrecha unidad entre la fe que profesa con sus labios, la fe acogida en su mente y corazón, y su conducta en la vida cotidiana: su fe pasa a la acción, se muestra y evidencia por sus actos. Así los principios tomados del Evangelio orientan su conducta y su pensamiento cristiano, su piedad y afectos, y se reflejan en la acción práctica. Esta coherencia la vive no sólo cuando las cosas se le presentan "fáciles", sino también cuando es puesto a prueba.Al tomar conciencia de las dificultades que tenemos que afrontar para vivir la fe con coherencia, no buscamos abrumarnos o desalentamos. Se trata de vivir en un sano realismo: la incoherencia, mayor o menor, la experimentamos todos y nos acompañará mientras estemos como peregrinos en este mundo. El primer paso hacia una vida de mayor coherencia es aceptar con humildad y sencillez esta verdad, y a partir de allí buscar reducir cada vez más la distancia que hay entre nuestra mente y corazón, nutrida de la fe, sostenida por la esperanza y animada por la caridad, y nuestras acciones cotidianas; entre nuestras palabras y obras; entre la fe y la vida. Para ello, hay que poner medios concretos para ir ganando en hábitos de coherencia y avanzar así, poco a poco, hacia un estado de una cada vez mayor coherencia. Así, con la fuerza que nos viene del Señor y en María, nos iremos acercando cada vez más al horizonte de plena coherencia.