Señor, sabemos que tú
has sido siempre para nosotros
un Dios fuerte y verdadero.
Los ídolos de este mundo
no pueden competir contigo.
Tú llenas nuestro corazón
y haces de nosotros
un pueblo vivo en la alegría,
testigos de tu amor eterno.
Gracias, Señor de la serenidad,
por alentar nuestros pies cansados,
por animarnos en la lucha.
Tú, Señor, amigo entrañable,
ayuda y protege a los pobres,
libera a todos los que se sienten
explotados y oprimidos.
No permitas que nos alejemos de ti.
Encamina nuestros corazones
hacia la vida verdadera,
hacia el amor sencillo.
Señor de la serenidad,
ayúdanos a encontrarte
en todos los baches del camino,
en todas las encrucijadas de la historia. Amén.
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