martes, 12 de abril de 2011

Cuando levantéis al Hijo del Hombre, sabréis que yo soy

Salmo de una mirada


Nosotros, Señor,
caminantes de la vida,
somos “mordidos”
por el egoísmo
que nos asfixia,
por el pecado
al caer la tarde.

Danos la capacidad
de mirarte fijamente,
levantado en lo alto,
crucificado por amor.
Al mirarte, Señor,
nuestras heridas
van cicatrizando;
el gozo de tu presencia
nos ayuda
a seguir hacia adelante.
Nosotros, Señor,
sabemos que existen heridas
que sólo tú puedes curar
con tu mirada de amor.
Sólo tú, Señor,
tocas con tus manos
la miseria de nuestra frialdad. Amén.

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