lunes, 11 de abril de 2011

La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras: tú

Salmo de una mujer


Señor, Dios nuestro,
soy una mujer
a la que la vida
trató rematadamente mal.
Los amores que conocí
se esfumaron
como el vino en la boda.
Ahora, sin nada, me quedas tú.
Tú sí me comprendes;
en ti todo es cercanía.
Sé de mi pecado,
sé de mis errores,
sé que tú me defiendes
para que no peque más,
para que ame desde ti.

Gracias, Señor,
por ser mujer,
porque mi sensibilidad
me hace acogedora;
mis manos
se abren a recibir,
y quiero darlo todo
desde mi pobreza. Amén.

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