"He aquí la
esclava del Señor"
María, tu Hijo puso a prueba tu corazón de Madre.
A la
llamada de Dios, que te quería incorporada plenamente a su plan
salvador, respondiste con un Sí incondicional. Así comenzaste en tu vida un camino de fe y de entrega fiada en la Palabra que se te reveló.
Entraste en el juego de Dios que te tomó para que fueras la aurora de la salvación,
y el modelo de respuesta generosa.
No te fue fácil ese camino.
La fuerza del Espíritu te
impulsaba y sostenía en la búsqueda, mientras en el silencio
crecías inundada del gozo de las maravillas de Dios.
Tu fe se hizo vida en tu existencia.
Tu corazón, siempre abierto a la escucha, iba acogiendo la salvación.
Tus
ojos contemplaban en el
pesebre el barro de los hombres, la pequeñez de una criatura indefensa
donde se escondía la fuerza de Dios hecha luz y amor. Tus manos acariciaban al Hombre
nuevo que
venía a cambiar el ritmo de la historia.
Madre, enséñanos el camino del bien y del amor. Que
nuestra fe se afiance cada vez más en la seguridad que Dios nos
brinda al hacerse uno de nosotros.
Una
fe que renueve nuestra
vida para ser fermento en un mundo roto y desesperanzado. Una fe que se haga alegría en medio de los que sufren. Una fe que sea capaz de estrechar manos de fraternidad. Una fe que nos
enseñe, como a Ti, que la salvación está en Jesucristo, tu Hijo y nuestro Hermano. Amén.
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