domingo, 11 de mayo de 2014

MARIA JUNTO A LA CRUZ DE SU HIJO


 
Estaba junto a la cruz de Jesús su Madre

 
No es el único momento de sufrimiento de la Virgen. La piedad popular habla de siete espadas que atraviesan su corazón. Lo del mero es lo de menos. Nadie lleva una estadística de los dolores y penalidades que le atormentan.

 
María no fue una excepción. También ella fue caminando por este “valle de lágrimas. El dolor, el sufrimiento acompaña al ser humano como consecuencia de su limitación y debilidad y también por muchas injusticias en nuestra sociedad causadas por el egoísmo, la ambición y la intolerancia.
 

La cruz de Jesús, que sufre de manera singular María, no fue decretada por el Padre. El modo cruel en que Jesús murió no es consecuencia de un destino ineludible fijado por Dios Padre. Dios no está en la causa de ningún dolor, y menos en el asesinato cruel de su Hijo. Sí está cerca del que sufre, compartiendo su dolor.
 

El dolor y el sufrimiento nos atenazan en la vida. Junto a María podemos aprender a sufrir con entereza y serenidad. Estar junto al que sufre con cariño y paciencia. A evitar, con nuestra responsabilidad, respeto y compromiso cualquier sufrimiento fruto del egoísmo.

 
María, como Madre, nos acompaña en  el  dolor. Nos alienta en la prueba y fortalece nuestra esperanza, sabiendo que el dolor purifica y engrandece y llama a la solidaridad y la entrega.

 
Madre, caminamos por un “valle de lágrimas. Se siempre para  nosotros  luz  en  las  tinieblas, consuelo en  la tristeza y valor para luchar contra toda injusticia que degrade al hermano.

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