"Una mujer envuelta en el
sol,
con la luna bajo sus pies y en la cabeza una corona de doce estrellas"
Sería curioso
hacer una lista con todas las advocaciones con las que veneramos
a María. Esa variedad de nombres es expresión
del afecto y cariño del pueblo de Dios hacia la Virgen
movido por un sentimiento de piedad popular.
María, como madre, le gusta ser honrada y venerada desde la sencillez y la autenticidad; desde el afecto de unos hijos que saben apreciar lo que es una madre. Ese amor filial no sólo
ha
de concretarse
en
decir cosas hermosas de María, o darle nombre más o menos simbólicos. Eso sería un amor de palabras que fácilmente se las lleva el viento, o de puro sentimiento
que tiende a desaparecer.
El amor de un hijo hacia una madre tiene su
manifestación más genuina en la imitación. Imitar a María es la mejor devoción
hacia Ella. Imitar a María es la manifestación verdadera de un amor filial. Imitar a María es entrar por el
camino de la salvación,
por los valores del Evangelio,
por las
actitudes del
Reino.
Para
imitarla hay
que
conocerla, contemplarla. Sólo
desde la contemplación
es
posible la imitación, puesto que al contemplarla se descubre mejor la profundidad de las actitudes,
sentimientos y comportamiento de María.
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