"María se quedó con ella unos tres meses y después volvió a su casa".
No hiciste en tu vida hazaña alguna, ni te señalaste con
ningún prodigio.
Tu vida consistió en el quehacer cotidiano de una mujer
sencilla de Nazaret. Pero en la ejecución
de
esa tarea diaria, tuviste una disposición excepcional de amor, y por eso tu vida
adquirió un valor sorprendente.
Fuiste realizando
tu vida con la intención de agradar a
Dios y servir a los que estaban a tu alrededor.
Y pues esta
constante
de
tu vida sencilla ha hecho de ella algo tan perfecto, ayúdanos a comprender
que el valor de nuestras acciones
depende de su intención; lo que importa no es lo que hacemos, sino la manera cómo lo hacemos.
Ayúdanos a poner en nuestro quehacer diario un intenso
amor que nos haga valorar las cosas sencillas.
Ayúdanos a descubrir que nuestra vida tiene más valor si sabemos caminar unidos a nuestros hermanos.
Ayúdanos a apreciar lo que los demás hacen, aunque
nos parezca pequeño.
Que sintamos la inquietud de realizar nuestro trabajo
con
la alegría y la esperanza de que el valor de las cosas no está en lo que son en sí, sino en la entrega con que las realizamos.
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