"María contestó: Aquí está la esclava del
Señor, cúmplase en mí lo que has dicho"
Tu respuesta
al ángel: Aquí está la esclava del Señor, hágase en Mí según tu palabra, pone de manifiesto que tu obrar estuvo siempre orientado por la voluntad de Dios.
En tu
conciencia
solamente había una
norma:
la voluntad de Dios. En tu conciencia
solamente resonaba la voz de Dios que escuchabas con docilidad y confianza.
Te pedimos, Madre, que nos ayudes a formarnos
una conciencia recta y limpia.
Que no conozca más que una regla: la voluntad divina, y
se haga plenamente eco de ella.
Una conciencia leal y sincera, que no busque engañarse a sí misma con excusas y rodeos.
Una conciencia intransigente a sus negativas, a toda
alianza con el pecado.
Una conciencia guiada por profundas aspiraciones, hambrienta de un gran ideal de perfección.
Una conciencia prudente, provista de un buen juicio y de una sabiduría inspirada en el amor.
Una conciencia
dilatada, que sepa encontrar en los preceptos del Señor seguridad y libertad superior.
Una conciencia de amplios horizontes,
preocupada
ante todo por el amor a
Dios y al prójimo.
Una conciencia como la tuya que aprecie el inmenso
valor de la amistad divina y de la solidaridad y servicio a los demás.
Madre, sabemos
que
sólo así podemos realizar lo que
Dios
quiere de nosotros, y obrar con generosidad en nuestro vivir
cotidiano.
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