"Unos días después María se puso en camino y fue a toda prisa, a un pueblo de Judea". (Lc 1,39)
De
esta manera san Lucas nos recuerda cómo al enterarte de la situación de su prima Isabel, fuiste presurosa a prestarle tus servicios.
Iniciaste un camino
desde tu encuentro con Dios,
fecundada por el Espíritu.
Camino
de
esperanza, de gozo, disponibilidad y servicio.
No te quedaste en Nazaret. Saliste de Ti misma para que lo que habías recibido de Dios comenzase a dar fruto, para que
llegase a otros la riqueza de un amor que te hizo fecunda.
Tú también tuviste tu Éxodo como tus antepasados, que
salieron de la esclavitud hacia la libertad. Te hiciste peregrina
de la alegría y de la gratuidad, porque el amor impulsa a salir de sí hacia horizontes nuevos.
Nosotros también somos peregrinos de la vida y de la fe
hacia
un crecimiento
más auténtico y comprometido. No podemos instalarnos en lo conseguido. La fe es una vida que tiene que crecer desde el impulso
del Espíritu hacia el hermano
que
nos necesita.
Santa María del camino, sacude nuestra pereza y apatía a fin de que nuestra fe adquiera un talante evangelizador.
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