Salmo a un Dios sorprendente
Me habían contado
que tú eras extraordinario,
que la fiesta de la vida
sin tu presencia
era un verdadero tostón,
y un día saliste a mi encuentro
y llenaste mi vida de estrellas.
Se quedaban cortos
los que me decían
que eras sorprendente.
Eras mucho más,
a nadie se te puede comparar.
Tú eres la alegría de la vida,
en ti todo se ilumina.
Cuando las luces se apagan,
tu luz inunda mi corazón;
realmente eres “otra cosa”.
Me encanta haberte conocido,
me fascina tu corazón,
me enamora tu vida.
Tú eres siempre el mismo
y siempre nos sorprendes,
eres la novedad
cuando todo nos aburre.
Tú lo recreas todo
con tu presencia. Amén.
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